Visto desde el aire, el Urabá antioqueño es un mar verde del tono de la esmeralda y que en verdad vale como si fuera la más grande de estas piedras preciosas: llena de riqueza humana, cultural, agrícola, portuaria y al parecer también mineral.
Sin embargo, esta subregión del departamento de Antioquia ubicada como una equis en medio del mundo, uniendo Suramérica con el resto del continente, durante décadas estuvo prisionera de la violencia generada por el conflicto interno colombiano, siendo ella uno de los puntos donde más cruel se reveló la miseria humana de la guerra. Este y otros factores, han retrasado el desarrollo de su territorio integrado por 11 municipios, 11.664 kms2, dejándolo a medio camino entre la pobreza y la prosperidad.
“Sobre los proyectos de futuro estamos a 27 meses del 2020 año en el que Antioquia y Urabá serían la ‘Mejor esquina de América’: la más educada, pacífica, pujante, en armonía con la naturaleza y eso está lejano. Urabá se ha quedado como Brasil que desde mediados del siglo 20 ha sido denominado el país del futuro pero eso no se ha concretado”, señala el catedrático Pedro Juan González, sobre la actualidad de la región.
Para el experto, este territorio en el que residen poco más de 500.000 habitantes, que posee 325 kilómetros de costas, que es considerado un hotspot (punto clave) de biodiversidad en el mundo y tiene como principal vocación la agrícola representada en el conocido Eje Bananero, es una tierra con un potencial geoestratégico mundial, una “tierra promisoria” de inagotable potencial pero que debe ser concretado.
“Lo que nos ha faltado es ejecución. Ya sabemos qué hacer en infraestructura, ahora tenemos que garantizar la estabilidad social política y económica, posiblemente a futuro tengamos que enfrentar una contradicción y es que aun cuando hoy Urabá se asocia a agro, agricultura y agroindustria con el verde del plátano, recordemos que en gran parte del territorio hay yacimientos de carbón y eso cambiará radicalmente su vocación y su escenario”, recalca González quien ocupó durante años, importantes cargos en el sector público.
Esa riqueza agrícola está representada básicamente en las cerca de 100 millones de cajas de banano exportadas en 2016, que reportaron ganancias superiores a los USD$800 millones y que derraman su impacto en toda la población. Pero esa definida vocación y sus alternativas son solo uno de los desafíos regionales que ahora debe enfrentar Urabá en desarrollo económico, social y medioambiental y que retan a los sectores público y privado, a la población, a la academia y a todos aquellos actores relacionados con ella.
Para González uno de esos ejemplos de retos específicos es la sostenibilidad física del este territorio cuyo litoral viene sufriendo un intenso proceso erosivo que literalmente se está ‘comiendo el territorio’.
“Colombia no tiene políticas de mares y costas. La erosión es un factor muy difícil de cuidar y sabemos que para que haya sostenibilidad pues hay que preservar el territorio, de eso saben mucho los Países Bajos. Eso nos enfrenta ante la decisión de qué debemos hacer primero, ¿las carreteras necesarias para el desarrollo o proyectos para evitar la erosión?”.
A esos retos a resolver, según el catedrático, se suman entre otros de amplia discusión, la construcción de la red portuaria, las conexiones viales y marítimas con Centroamérica, la resolución consensuada del problema de la tenencia de la tierra, la sostenibilidad ambiental, el mejoramiento de las capacidades de las autoridades y la posibilidad geoestratégica de la construcción de un canal en la región -que compita con la posibilidad de canal en Nicaragua con apoyo del gobierno chino-.
Precisamente, sobre el reto portuario que en los últimos años se ha venido destrabando con el anuncio de la construcción en el mediano plazo de tres puertos, con capital privado y estatal, y que se ha unido con el proyecto nacional denominado Autopistas de la Prosperidad (con los proyectos Mar 1, Mar 2 y Túnel del Toyo y unido a la Transversal de las Américas) que unirá a Medellín con Urabá en solo tres horas; González llamó la atención sobre la necesidad de pensar en el denominado umbral portuario.
“Hoy en el mundo logístico no se habla de puertos sino de redes de puertos y hay que trabajar sobre el ‘umbral portuario’ para saber los territorios que los van a utilizar pues Medellín ya no exporta como antes, cambió su vocación industrial a la de servicios; entonces hay que mirar qué otros departamentos o regiones se va a atender con esos puertos y la construcción de la infraestructura necesaria para hacerlo”, señaló.
Casos complejos como este son solo un ejemplo de los múltiples debates que debe dar la región para empezar a concretar su futuro, pero no solo un futuro en términos de desarrollo económico sino uno sostenible que dialogue con lo social y medioambiental que promueven hojas de ruta como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y que ahora como nunca se hace necesario para Urabá ya que: “estamos ante un ejercicio de desarrollo que va a paso de tortuga”.