Urabá - 30 julio, 2017

Urabá: una muestra de las mil Colombias

Por Noticias Urabá

Visitar el Urabá, tras XXX años, me reafirmó la importancia de conocer de primera mano las realidades que se viven en todo el territorio nacional. Las transformaciones que evidencié en el Urabá son enormes: Turbo y Apartadó han pasado a ser ciudades dinámicas, con una actividad económica indudable y un desarrollo físico impresionante. Los cultivos de banano, que se ven desde el aire por kilómetros, vislumbran las riquezas de estas tierras y el potencial de las oportunidades a venir.

Humberto de la calle en Urabá

En Bogotá, muchos se imaginarán este fértil tesoro oculto como poco más que un inóspito paraje de la frontera norte. Quizás el lastre reputacional del Urabá no sea tan fuerte como el de otros litorales, pero para muchos ciudadanos ordinarios esta región evoca criminalidad y lejanía, tristemente. Conociéndolo, visitándolo, es realmente impresionante las lecciones que tenemos por aprender para fortalecer el camino que debe seguir el país.

Estamos en un proceso de transición en donde es fundamental apostarle al desarrollo de las regiones Se ha avanzado, pero tenemos grandes tareas pendientes. El saldo de una guerra de 50 años no lo resolveremos en cinco.

El Urabá es solo una muestra de las mil Colombias que coexisten, a veces unas a espaldas de otras. El progreso y futuro prometedor de estos municipios es innegable. Pero las oportunidades y retos que percibo distan mucho de las prioridades que se pueden trazar desde las urbes del interior. No podemos suponer que la formulación de uno u otro proyecto por burócratas en Bogotá es suficiente para satisfacer las necesidades de una región distante, enorme y con particularidades únicas.

El desarrollo no es una producción de maquila. Debemos pensar desde y hacia las regiones. Al Urabá hay que verlo a través de la óptica local, entender a sus habitantes, su contexto y su realidad. Nuestra economía debe armonizar el desarrollo local y regional pensando en las necesidades y oportunidades que se están gestando en el mundo.

Al tiempo, la ubicación geográfica, los suelos fértiles y la dinámica de la sociedad civil regional deben ser elementos que potencialicen la ventana de oportunidad que se abre con el fin del conflicto. Esta es una oportunidad de oro para redoblar la marcha y obtener réditos del potencial que tiene la región. Los proyectos económicos en ejecución, como los tres puertos proyectados para ser construidos en la región, son un paso contundente para concretar los avances logrados y fortalecer el camino hacia el bienestar general.

El desarrollo local y regional debe ser capaz de traer beneficios para todos. No se trata de que el país crezca en un 10%, de que todos los colombianos hablen inglés o de que multipliquemos las exportaciones. Si, son indicadores importantes, pero la prioridad debe ser alcanzar un desarrollo equitativo. Colombia no puede seguir siendo el estandarte de la inequidad regional; un título penoso que compartimos con Haití. Debemos lograr que el crecimiento económico – bajo o alto – logre beneficiar a la mayor cantidad posible de colombianos.

Necesitamos crecer más, para eso necesitamos empresas y necesitamos inversión. Soy un defensor de los libres mercados y la reducción de barreras proteccionistas, pero no podemos hacerlo a cualquier precio. Es indispensable tener motores de desarrollo que apalanquen el crecimiento, al tiempo que el Estado cumpla su rol de corregir distorsiones y defender el bien mayor.

No habremos hecho nada si abrir puertos e inaugurar carreteras son enclaves aislados de sus entornos; esos ejemplos no se deben replicar. La llegada de buques, de tractomulas, de otros productos además del banano, tiene que brindar nuevas oportunidades de empleo, generar encadenamientos locales y abrir las puertas a nuevas oportunidades para desarrollar economías locales.

Esos objetivos deben ser compartidos. Tanto la empresa privada, las autoridades regionales, el Gobierno Nacional y la ciudadanía tienen un rol a jugar en la realización de un verdadero capitalismo consciente. Solo sumando esfuerzos podremos garantizar que nuestras regiones se conviertan en polos de desarrollo. Un negocio consciente de su entorno es un aliado fundamental del Estado para la reducción de brechas sociales, la construcción de tejido social y un mayor bienestar.

El Estado debe estar más cerca de las regiones, no es suficiente con hacer presencia. Un Estado efectivo debe brindar una mano amiga para fortalecer la competitividad, brindar servicios de calidad, fortalecer los mercados y reducir las inequidades. El Estado debe ser capaz de proveer unos servicios básicos que garanticen la vida digna de sus ciudadanos.

Nacer en los litorales no puede ser un hechizo en contra de nuestros niños. Todos deberían ser capaces de competir en igualdad de condiciones. Es un paso en la dirección correcta que en la región ya hayan 10 universidades. Aprovechar el auge que vive el Urabá, sumado al silencio de los fusiles, es una ventana de tiempo limitada que no debe ser desaprovechada.

La pequeña paz que ha comenzado a florecer debe ser preservada. Dar marcha atrás sería un error histórico mayúsculo. Es ahora que los esfuerzos de consolidar las condiciones básicas de bienestar deben ser redoblados. Si bien las nuevas amenazas de seguridad evolucionan, y continuarán haciéndolo, en un país sin conflicto es en donde podremos dar las discusiones de los temas que realmente hacen una diferencia en las vidas de los ciudadanos. Es apenas predecible que en un país normal ahora busquemos fortalecer los derechos y reivindicar las libertades. En el Urabá, más que en muchas regiones del país, es urgente que esas discusiones pasen a ser realidad.