Urabá - 1 mayo, 2019

Una cubana parió en la selva del Darién

Por Noticias Urabá

A la cubana Gladis Pérez Molina se le presentó el parto en medio de la selva del Darién. Llevaba seis horas de camino entre Caná y Metetí, Panamá, y le empezaron los dolores.

«La madre gritaba y su angustia se nos contagió a todos», relató a DIARIO DE CUBA José Lino Asencio López, uno de los 53 presos políticos liberados en 2015 como parte de las negociaciones entre los gobiernos de Barak Obama y Raúl Castro.

«A hombros la cargamos durante ocho horas más hasta Metetí. Solicitamos una ambulancia, pero llegó 10 horas después, cuando la mamá ya había parido con la ayuda de una enfermera cubana».

Asencio López es uno de los 16 cubanos que atravesó Venezuela para escapar de Trinidad y Tobago y continuar camino por tierra hacia Estados Unidos. Junto a otros 120 emigrantes salió el 26 de abril del municipio colombiano de Necoclí hacia Capurganá, para luego intentar llegar a Puerto Obaldía, Panamá.

Como a Gladis Pérez Molina, su esposo y otros emigrantes, no lo detuvieron las historias sobre el tapón del Darién. Todos sabían que les podrían estar esperando la muerte, bandas criminales, hambre, fieras, ríos caudalosos y el duro trato del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá (SENAFRONT).

El adolescente René Gutiérrez pasó los dos últimos años en albergues, trabajando para comer y protestando por sus derechos en Trinidad y Tobago.

A sus 14 años, se vio obligado a enfrentar la selva del Darién en una dura travesía que duró 16 días. En la primera jornada, entre la Miel y Puerto Obaldía, tuvo que deshacerse de abrigo, ropa y algunos recuerdos para poder subir lomas y atravesar pantanos.

«Después me tocó soportar el fuerte frío de la noche, pero uno en la selva solo vive el momento», dijo.

Agregó que ver a la guardia panameña cerca de Puerto Obaldía reavivó su esperanza. Pero esa alegría duró poco.

«Nos dijeron que no podíamos pasar, que teníamos que seguir por la selva. Y nos mintieron, por eso solo descansamos una noche. Nos dijeron que llegar a Caná máximo tomaba un día, pero fueron cinco», relató René Gutiérrez.

«Lo más duro fueron las noches; no dormíamos porque los animales merodeaba los campamentos».

En esa travesía, René vio varios cadáveres de emigrantes muertos. En Caná supo que uno de esos cuerpos era el del cubano Yudiel Meriño, de 24 años, quien habría fallecido de un infarto.

La corta temporada seca ha terminado en el Darién, una de las regiones más lluviosas del mundo. Las fuertes y constantes precipitaciones complican aún más el camino a los emigrantes.

Los cinco días del viaje a Caná «estuvimos andando en medio del fango», dijo Asencio López. «A los niños nos los turnábamos para llevarlos en los hombros porque nuestros cuerpos se enterraban hasta la cintura en el lodo. Pero el momento más difícil fue pasar un río por una empalizada, por el temor a una crecida súbita que nos arrastrara».

A Caná llegaron cansados y sin alimentos. Después de esperar tres días, el desespero, el inminente parto de Gladis Pérez Molina y las palabras de la guardia del SENAFRONT —»es poco más de una hora hasta Metetí»— los hizo continuar.

Al final de un trayecto largo y penoso, Pérez Molina, su bebé y su esposo fueron llevados en una ambulancia desde Metetí a Ciudad de Panamá, contó Asencio López.

En Metetí hay una base militar del SENAFRONT y un refugio que por sus condiciones es descrito como un «campo de concentración» por organizaciones de derechos humanos.

Allí los emigrantes sufren una espera que puede durar semanas antes de poder continuar viaje. Reciben como único alimento diario arroz con pescado enlatado, y los enfermos no cuentan con servicios médicos.

Tras verificar el SENAFRONT que los emigrantes no tienen problemas judiciales, se les permite continuar a Chiriquí, donde existe otro puesto de control fronterizo.

Chiriquí está a tan solo una hora de Paso Canoas, Costa Rica, pero los emigrantes tienen que esperar allí incluso semanas. Solo se permite el tránsito por la frontera a 50 por día.

«Estamos siendo maltratados y engañados»

Las denuncias de los emigrantes cubanos contra el SENAFRONT se acumulan. Recientemente un grupo que consiguió llegar a Puerto Obaldía escribió al respecto al presidente panameño, Juan Carlos Varela.

«Quizás para usted sea un papel más, pero para nosotros es la única esperanza», dijeron 32 cubanos en la carta, obtenida por DIARIO DE CUBA.

Agradecieron la atención dada a los emigrantes en el pasado, pero advirtieron que todo ha cambiado. «Estamos siendo maltratados y engañados», por parte de la guardia panameña, que niega el ingreso al caserío a enfermos, mujeres embarazadas, ancianos y niños, afirmaron.

Alertaron que el SENAFRONT obliga a personas en estas condiciones a coger la selva. «En el monte están muriendo personas por deshidratación, ansiedad y muchas cosas».

Por último, aseguraron al presidente Varela que no quieren generar caos en Puerto Obaldía, solo continuar el viaje por avión o por cualquier otro medio que no sea la selva. Reiteraron su intención de pagar el viaje.

El 25 de abril fueron sacados en avión de esa localidad cinco de los 32 cubanos por problemas de salud. Entre ellos iba una mujer de avanzada edad con las piernas fracturadas y una paciente con un grave cuadro de insuficiencia cardiaca.