El miedo de los urabaenses se siente en el ambiente, muchas de sus conversaciones son sostenidas en susurros porque temen ser escuchados. Dicen que los mototaxistas, los lustrabotas y los vendedores ambulantes son informantes de los paramilitares.
Se ven viviendas marcadas con las iniciales Agc, que recuerdan por los caminos quiénes están llegando a controlar la zona dejadas por las Farc. Aunque se sabe que los miembros del Clan del Golfo en su mayoría son de la región, nadie se atreve a señalarlos o a reconocerlos.
En Urabá hace muchos años no están tranquilos porque los distintos grupos armados ilegales han querido esa tierra antioqueña para sacar por el mar Caribe, hacia Centroamérica y EE.UU., cientos de toneladas de cocaína. Además ahora también trafican con personas que van tras el “sueño americano”.
Un equipo de EL COLOMBIANO recorrió corregimientos y veredas de Urabá, motivado por las denuncias de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó y de la Iglesia Católica, quienes alertan por la presencia de paramilitares y por el derramamiento de sangre que continúa en esta subregión.
En lo que va corrido de 2017 fueron asesinados el líder campesino José Yimer Cartagena Úsuga, en Carepa, y el reclamante de tierra Porfirio Jaramillo Bogallo, en Turbo.
Es un hecho que Urabá es la esquina predilecta para los negocios ilícitos porque, además de tener la primera salida al Caribe, la Serranía de Abibe comunica directamente con las sabanas cordobesas, por el Atrato hay un corredor que conecta con el Chocó y por el Tapón del Darién la frontera con Panamá. Esto es aprovechado por el Clan del Golfo, que según las autoridades no son paramilitares sino criminales dedicados al narcotráfico.
Así que las preguntas saltan a la vista: ¿Cumple el Clan del Golfo con las características de un grupo paramilitar?
San José de Apartadó
La Comunidad de Paz de San José de Apartadó se constituyó hace 19 años como una reacción a los frecuentes ataques, persecución y estigmatización que sufrieron de parte de los grupos armados. Desde ese momento 336 de sus miembros han sido asesinados, según cuenta uno de sus líderes, Arley Tuberquia.
Varias veces al mes los habitantes de la comunidad denuncian públicamente hechos que habrían sido cometidos por paramilitares en las veredas de San José de Apartadó, presencia de hombres fuertemente armados, uniformados de camuflado con insignias que dicen “Agc Bloque Juan de Dios Úsuga”. El Clan del Golfo se autodenomina como Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
“Todos los líderes de las juntas de acción comunal de San José de Apartadó han sido reunidos con miembros de ese grupo al mando de un hombre que se identifica como alias Tierra, y les dicen ‘no queremos que con la salida de las Farc llegue el Eln, nosotros vamos a ocupar este territorio. Ustedes tienen que colaborar, no vamos a aceptar ningún sapo’”, cuenta Tuberquia.
Reconoce que sí tienen miedo, pero que no por eso van a huir. El resto de las comunidades y líderes han guardado silencio de lo que supuestamente ocurre en sus veredas, solo la gente de la Comunidad de Paz se atreve a denunciar: “Nosotros somos los únicos que no nos sometemos, nunca vamos a esas reuniones, en la comunidad no recibimos ni a la guerrilla, ni a los paramilitares, ni al Ejército, ni a la Policía, y no denunciamos formalmente porque no creemos en las instituciones, no creemos que hagan nada, simplemente denunciamos ante la humanidad y la historia”, anota el líder.
De acuerdo con su relato –contado en una casa comunitaria operada por una de las tres organizaciones internacionales que los acompañan, en una tarde calurosa–, algunas entidades del gobierno local han amenazado a los habitantes del corregimiento con que si se mantienen las denuncias, la administración municipal va a dejar de invertir allí.
Tuberquia calcula que hay 50 hombres en cada uno de los campamentos en las veredas La Esperanza, La Hoz y Mulatos del Medio, y que lo que buscan es controlar los cultivos ilícitos y los negocios asociados al carbón, la roca caliza, y dominar las fuentes hídricas que abastecen a casi toda la subregión de Urabá.
Además, asegura que por todas esas veredas pasan arrieros con 15 y 20 mulas cargadas con víveres para esos campamentos, “pero el Ejército no hace nada”.
EL COLOMBIANO entrevistó en Apartadó a un campesino habitante del corregimiento San José de Apartadó, no de la Comunidad de Paz, quien por seguridad pidió reserva de su nombre.
Este campesino confirma que los que él llama paramilitares sí se reunieron con los líderes: “Prácticamente nos dijeron que ellos con nosotros no tenían ningún problema, que si nosotros teníamos problemas con ellos pues que nos fuéramos porque se iban a quedar. Esto es una amenaza, por eso uno no se mete ahí ni denuncia”.
Sin embargo, esta misma persona dice que los miembros de la Comunidad de Paz en varias oportunidades han mentido en sus denuncias, por lo que todo lo que digan “hay que cogerlo con pinzas”.
Arley prometió entregar a este diario un video de la reunión de los presuntos paramilitares con los líderes. Finalmente el video no fue entregado bajo el argumento de que dadas las insistentes declaraciones del comandante de la Brigada XVII, coronel José Antonio Dangon, acerca de que en Urabá no existen los paramilitares, “no tiene sentido mostrar evidencias… ni aunque se levantara un muerto de la tumba para testificar cambiarían las cosas”.
Piedras Blancas
De acuerdo con el comandante de la Policía de Urabá, coronel Luis Eduardo Soler, “el Clan del Golfo tiene presencia comprobada en Piedras Blancas, hacia Caracolí, en el Carmen del Darién y en Turbo”.
El equipo periodístico de EL COLOMBIANO se desplazó hacia Piedras Blancas, corregimiento de Carepa, zona en donde hace dos años un helicóptero de la Policía, al servicio de la Operación Agamenón, se precipitó a tierra dejando un saldo de 17 uniformados muertos.
Betty Bedoya y Oberto Castillo, miembros de la Junta de Acción Comunal, aseguran que ahora Piedras Blancas es un lugar mucho más tranquilo que antes, cuando a causa de los paramilitares y de la guerrilla, casi todos los habitantes se fueron.
“Ya muchos han vuelto, y otros llegaron de otras veredas desplazados”, cuenta Bedoya acerca de un corregimiento que se ha forjado a punta de desplazamientos.
Uno de los habitantes dice que los jóvenes no tenían futuro, si sus padres no tenían dinero para darles una carrera, “así que cuando terminan el bachillerato se van a prestar servicio militar y cuando vuelven se van para los ‘paras’”.
En esa vereda nadie reconoce haber visto a un paramilitar. “Por ahí pasan, seguro, pero uno nunca sabe quién es quién, por aquí pasa tanta gente que uno no sabe nada de nadie”, dijo Castillo.
Cada que se les cuestiona por los paramilitares o por el Clan del Golfo los habitantes de Piedras Blancas se ponen nerviosos, se ríen y luego afirman no saber nada.
Veinte minutos más adelante queda la vereda Caracolí, un pequeño caserío lleno de niños pequeños cuyas viviendas, todas en madera, están marcadas con las iniciales Agc.
Más adelante queda la vereda El Cerro, que es la última de Antioquia; esa misma vía lleva a El Llano, en Córdoba, donde se termina, de allí a dos horas caminando está Saiza.
Anuario Guisao López es el conciliador de la JAC de El Cerro y ve dos o tres veces al día que efectivos de la Brigada XVII hacen presencia en la zona, “la Policía nunca se ve por aquí”.
El líder comunitario, dueño de una tienda muy concurrida donde los habitantes calman la sed con una gaseosa o compran minutos de celular de un equipo conectado a una antena satelital, anota que en El Cerro hay cultivos de coca que interesan mucho a los paramilitares, “por eso es que están aquí”.
–¿Usted por qué les dice paramilitares?
–Porque son los mismos de antes.
–¿Y en qué se diferencian?
–Uy, las diferencias sí son muchas: antes había más violencia, tenían un régimen, mataban por matar, ahora solo les importa su negocio. En ese sentido no son lo mismo, aunque sean los mismos.
“Sí son paras”: Iglesia
El padre Leonidas Moreno ha sido testigo del conflicto armado en Urabá. Con tenacidad ha defendido a las víctimas que dejaba el paso de los grupos armados y ahora levanta su voz para señalar al Estado de estar dejando a los campesinos en manos de “paramilitares”.
Monseñor Hugo Torres envió un comunicado de prensa en el que denunció la arremetida paramilitar y que en medio estaban los campesinos.
“Aquí en Urabá, con el objetivo de apropiarse de las rutas del narcotráfico, sale un grupo (las Farc) y entra el otro (el Clan del Golfo)”, anota el padre Leonidas.
Según los prelados, los líderes sociales están siendo señalados por este grupo armado, a los reclamantes de tierras los están asesinando y no llega la presencia estatal.
“La Comunidad de Paz reclama con justicia que el estado preste la atención debida”, dice el padre Leonidas.
Son narcotraficantes
“El Clan del Golfo tiene cero motivación antiguerrilla, el negocio es el narcotráfico y punto”, señala el coronel Dangon.
El militar advierte que en las veredas de San José de Apartadó hay una fuerte presencia militar tratando de establecer si hay hombres armados en la zona. “A la fecha de hoy no tenemos un incidente de asesinato o de alguna situación severa que afecte la integridad de alguna de las personas”, dice.
En ese sector, según el coronel, hay cultivos ilícitos, y aunque sus hombres han erradicado varias hectáreas y destruido laboratorios de coca, esta sería la motivación del Clan de Golfo en la región.
En cambio, Eliécer Arteaga, alcalde de Apartadó, reconoce la presencia de paramilitares en su municipio: “Sí, claro que hay paramilitares, no solo en Apartadó, sino en todo Urabá, no puede ser un secreto”.
“Lo que sí tenemos que reconocer es que la Fuerza Pública está redoblando esfuerzos por dar con ellos”, concluye el alcalde.
Con el argumento de que son simples narcotraficantes las autoridades niegan las denuncias de la Comunidad de Paz. Varios funcionarios le dijeron a EL COLOMBIANO que esas denuncias públicas tienen un interés diferente al que quieren mostrar, incluso alguno de ellos se atrevió a decir que la Comunidad de Paz hace parte del sistema político de las Farc.
Este diario le preguntó a alias Darlinson Escobar, comandante del frente 5 de las Farc, quien asegura que “este es un invento de la Brigada XVII. La Comunidad de Paz surgió cuando Rito Alejo del Río entró a los paramilitares a la zona, los campesinos conformaron la comunidad de paz y se hicieron neutrales. Nosotros varias veces hemos sido echados de allá”.