Cuando la lluvia cae sobre Chigorodó, los niños ven frustrada su ilusión de correr en la pista, que está al fondo de la unidad deportiva, porque esta se vuelve imposible de transitar.
Incluso, les toca coger palas y empezar a arreglar los estragos causados por los torrenciales y acomodar el terreno. Y, como lo cuenta Éver Caraballo, nunca ha sido impedimento ni limitación para seguir intentando en este deporte.
Él combina su labor como tecnólogo en Gestión de Turismo con la práctica del BMX y acude sagradamente a departir con los niños que sueñan con disfrutar la adrenalina.
“Acá están viniendo niños desde los cinco años a entrenar, ahora más motivados por esta iniciativa de los miniraiders (mini corredores). Se nota mayor interés de los jóvenes y los padres, que quieren alejarlos de las malas andanzas”, revela Éver, que viajó como encargado de la delegación al campeonato Internacional de las Luces.
Un total de 15 soñadores arribaron a Medellín, a punta del patrociono del Inder de Chigorodó, de las ganancias de las copas que organizaron en el Urabá y el esfuerzo de los padres en sus trabajos.
“La nueva administradora (Marelis Ramos) del Inder nos ha ayudado mucho, pero somos conscientes de que hay una deuda grande que impide el desarrollo que desearíamos”, comenta Éver.
Por ejemplo, a Luis Burgos, un corredor de 22 años, le toca costearse sus viajes trabajando en un taller de bicicletas casi 12 horas.
La adrenalina y la pasión que le produce estar sobre una pista de bicicrós no las negocia. “Es algo que me ha hecho muy feliz desde que inicié hace 10 años y ahora quiero seguir mejorando”.
Estar codeándose con los mejores del departamento y probando un trazado de categoría internacional como la de la unidad deportiva de Belén los emociona.
Por eso, como puntualiza Éver, a estos torneos no van a dejar de acudir así les toque vender hasta el alma.
“Somos muy felices con el bicirós y eso vale todos los sacrificios”.