Yuberjen Martínez de Chigorodó quiere superar a Pambelé
Por Noticias UrabáEste antioqueño de Turbo ganó la primera medalla olímpica de plata para Colombia en boxeo. Dice que en 2020 no dejará escapar la de oro.
Yuberjen no tiene mucho más que decir. Cree que lo ha dicho todo. Desde que se ganó la medalla de plata en los Olímpicos de Río 2016 ha dado tantas entrevistas que aprendió a memorizar respuestas para esquivar interrogantes. ¿Un miedo? “Que se muera mi mamá”. ¿Una preocupación? “Ninguna”. ¿Un amuleto? “Orar a Dios”. ¿Qué va a ser después del box? “Empresario y pastor”. ¿Y si hoy no fuera boxeador? “Sería músico. Tocaba la batería, la guacharaca, la caja y la conga”. ¿Admira a alguien? “A Pacquiao y a José Salinas, un instructor”.
Yuberjen Martínez Rivas, de Turbo (Antioquia) y criado en Chigorodó, ha tenido que contestar tantas llamadas de periodistas que a veces, sin querer, prefiere no hablar. Las anécdotas son las de siempre y aun así le piden que las repita. Él suele acceder. Una y otra vez ha contado la historia de la casa que el Gobierno le prometió. En varias ocasiones ha vuelto sobre las discusiones con su papá por la contradicción entre tirar golpes y predicar. Haber sido vendedor de chorizos, de arepas y mangos, mecánico de bicicletas y empleado de una finca bananera son puntos que quienes lo entrevistan no se cansan de escuchar. “Todo lo han preguntado. Todo, oiga. Hasta el rancho se me han metido. Quieren saber hasta cómo está mi vida sentimental”. Yuberjen lo menciona y se ríe con desenfreno.
Para algunos escritores y periodistas el boxeo ocupa un lugar especial. Los personajes detrás de los guantes los seducen y una pelea sobre el ring la suelen ver como una auténtica metáfora de la vida. La gran pelea entre George Foreman y Muhammad Alí, por ejemplo, la detalló en 1976 Norman Mayler en un libro al que llamó El combate. Gay Talese, en 1964, hizo un extenso perfil de Floyd Patterson en la revista Esquire bajo el título de “El perdedor”. Hace más de una década, en Colombia, Alberto Salcedo reconstruyó la historia de Antonio Cervantes, Kid Pambelé, en un texto cuyo título resume los vaivenes de su vida: El oro y la oscuridad. “La vida es como el boxeo en muchos e incómodos sentidos. Pero el boxeo sólo se parece al boxeo”, escribió Joyce Carol Oates en un ensayo del 87.
Yuberjen no tiene idea si alguno de los tantos que han tocado a su puerta quiere intentar sumarse a esa tradición y si él simboliza esa metáfora con la que buscan definir la vida. El boxeo para él es más que un deporte sin punto de comparación. “Es mi vida. Todo me cambió boxeando”.
Su padre, Juan Eberjo Martínez, lo explica de otra manera: “Fue el principio de muchos triunfos. El boxeo le permitió ayudar a su familia. Siempre había querido hacerlo. Y ahora, gracias a este deporte, se convirtió en el ejemplo de muchos jóvenes que vienen atrás”. Yuberjen sonríe mientras se distrae en su celular.
A Samuel Carmona le tienen varios apodos. Algunos lo llaman el Patriarca. Otros le dicen el Infierno. Pesa 49 kilogramos y en el ranquin de la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA, en inglés), ocupa el quinto puesto. Tiene 850 puntos y es la esperanza de España para combatir en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020. Yuberjen hoy es tercero en ese escalafón y, aunque tiene 2.050 puntos (550 menos que quien está en primer lugar), le guarda respeto a Carmona. Lo enfrentó en agosto de 2016, en los cuartos de final de los Juegos de Río, y, pese a que le ganó, se quedó con un sabor amargo. “Daba durísimo. Me pegaba en las manos y me temblaban los pies”, dice. Ha sido su pelea más difícil.
El recuerdo revela uno de sus puntos débiles. Con 1,65 metros, tiene velocidad pero quiere más contundencia en sus ganchos y sus directos: “Tiro mucho pero no doy duro”. Si perfeccionara esa falla, cree que podría llegar a ser el número uno. “Al segundo (el cubano Joahnys Argilagos) y al primero (el uzbeco Dusmatov Hasanboy), les estoy pisando la chancleta”, bromea. Está convencido de eso porque su otro error ya lo corrigió. “Siempre perdía en primer round. Me demoraba mucho para calentar y sólo después de pelear unos minutos me sentía verdaderamente preparado”.
Las equivocaciones son evidentes para sus instructores, pero no para su papá. No suele ver en vivo los combates de su hijo. Cuando sube al cuadrilátero prefiere entenderse con Dios para pedirle que le dé una tercera mano. Aunque aún no ve con tan buenos ojos que tres de los nueve hermanos de Yuber ya hayan dado sus primeros pasos sobre la lona (Darley, Didier y Dárlinson David), reza para que el boxeo no le juegue una mala pasada. “Me preocupa que se retire en el descenso, como le pasó a Antonio Cervantes. Si no quiere que eso suceda, tendrá que boxear mucho. Tendrá que perseverar y ser mejor que el mismo Pambelé”.
Yuberjen quiere lograrlo y por eso reza y entrena. Desde que se convirtió en una figura nacional trata de no distraerse. Con 26 años, incluso ha aprendido a esquivar a los políticos que intentan reclutarlo para ganar votantes. Si no fuera así, su gran meta de ganar la medalla de oro en las Olimpiadas de Tokio 2020 quizás se habría borrado de sus planes. En 2016 la perdió por cansancio. “Llegué mamado”, recuerda. Dice que estos dos años lo “dará todo” para no dejársela robar.