El relleno de queso mozzarella es el ingrediente que hace que las arepas de Francisco Uribe, más conocido por los carepenses como Don Pacho, se hayan vuelto las más apetecidas en el municipio. Desde la masa que las cubre hasta la salsa de piña, hacen que comerlas se torne en toda una aventura que tiene como objetivo principal, disfrutar su sabor en cada mordisco.
El empezó su negocio hace 14 años como resultado de un viaje forzoso realizado a su tierra natal. «Yo anteriormente era cacharrero y la violencia del 90 al 98 fue muy dura. Entonces cuando iba a cobrarle a mis clientes encontraba un cajón, no era lo mío y por eso me fui para Yarumal, Antioquia, donde vive mi mamá. Allá vi que era un negocio vender arepa y viendo que se vendían mucho, dije, “en Urabá hay más platica” y me vine».
Regresó en el 2003 a estas tierras con todas las ganas de empezar con la venta de arepas, pero sin la menor idea de cómo hacerlas. «Aprendí comiendo, probando y haciendo, hasta que llegué al punto. Yo les decía a mis vecinos “prueben, díganme qué les hace falta, qué más les echo”».
Don pacho recorrió las calles de Carepa con un carrito de comidas rápidas en el que ofrecía su producto, luego, llegó a la esquina en la que lleva 9 años y en donde hoy no solo tiene su carrito de comida parqueado, sino un local. Que aunque pequeño, se ha convertido en un lugar donde además de esperar con más calma ser atendidos, las personas pueden pasar un tiempo agradable escuchando de fondo baladas de Miguel Bosé, Amanda Miguel o quizás la inmortal canción “Vete y pega la vuelta” de Pimpinela.
«Abrir el local aumentó mi clientela, muchos decían, “qué pereza uno comerse una arepa allá parado”, ahora mis clientes vienen, se la comen aquí sentaditos y se van felices. Unos se van renegando porque se demoran mucho, porque hay mucha fila y otros esperan».
Ha sido un camino largo en el que la paciencia, el sacrificio y las ganas, han sido la clave para afrontar los problemas, más cuando se trata de un negocio al cual se le ha dedicado más de una década y en el cual toda una familia ha aportado su granito de maíz. “Hay días en los que se me ha quedado toda la venta porque cae mucha agua y no llega nadie, pero si se me daña la mercancía, me animo, hago más y sigo adelante, porque si en la primera caída me quedo quieto, no hago nada».
Cocinar el maíz, molerlo y armar una a una las cien arepas diarias, se volvió parte de su rutina. Francisco con su esfuerzo y dedicación, logró transformar una crisis en oportunidad y ahora es el mago de las arepas con queso en el municipio más joven de Urabá.
Vía revistaurabapremium