26 de noviembre de 1979, voy a hacer una corta crónica de lo que fue la primera vez que yo viaje a turbo, la voy a describir de una manera muy folclórica, porque era la primera vez que yo salía de Medellín, pues las salidas más largas de nosotros era cuando los domingos mi papa nos llevaba a everfit, a ver jugar fútbol a los amigos de almacén Julián donde trabajaba él, digo que a ver jugar, pues el cucho ya no pateaba ni un tarro vacío (pero si celebraba sin empezar siquiera el partido).
Lo cierto era que andar en bus no era lo más frecuente en nosotros.
Para esta época ya estábamos en vacaciones (estaba cursando primero de bachiller y tenía 13 años).
La verdad yo no era el que iba a viajar, el viaje mío resulto de carambola, pues el que iba a viajar era pacho mi hermano, pero resulta que el día del viaje nos comimos un montón de bananos averiados y nos dio churria. Como el viaje era a las 6 Pm mi mamá nos dio terramicina, entonces como alas 4 de la tarde le hizo un inventario a pacho y se dio cuenta que no se había curado, claro que yo tampoco pero me quede callado apretando el culo, por lo que pacho quedo descartado, así fue que a mi me toco ser el que viajó.
El paradero y el bus
El viaje fue en compañía de Manuel en el bus #112 de Sotraurabá, el viaje era a las seis, y valga decir que solo salían buses de noche, pues por lo complicado de la carretera, el polvo, el calor y otros factores, consideraban mas conveniente viajar en las noches. luego de resultar elegido para viajar, como a las 5 pm me tome los dos mareoles de rigor pues como no había viajado, debía prevenir los mareos, y cogí una cajita de cartón que decía “aceite S y S” en la que había empacado la poca ropa que tenia, pues a esa edad en que uno crece sin darse cuenta todo le queda corto y marranero.
Salimos a la esquina del barrio y Paramos en la esquina el bus de transportes Medellín y los que se van rumbo al centro.
Resulta que la terminal quedaba en el centro de Medellín; si en el centro en pleno guayaco, la mata de los ladrones y tumbadores de Medellín por la tanto había que estar pilas con la «maleta» (en realidad era una caja), mi mama nos había dicho “cuidado que les roban todo” para saber lo que llevábamos, casi nada.
El ajetreo que se veía en el centro era impresionante, gente revoloteando de aquí para allá con maletas bultos etc, buses parqueados a lado y lado de la calle y manes gritando: “turbo, turbo turbo” y el ayudante jalando cajas, maletas, bolsos y demás cosas para el capacete del bus que quedaba encima de este y que lo atestaban de cosas bien acomodadas y tapaban con carpas grandes para que no se mojaran.
Comienza el viaje y las sorpresas
cuando me monte en el bus sentí una alegría la verraca, pero fue una ilusión pasajera pues al poco rato de recorrido la boca me empezó a salivar, no sé si de nervios o de alegría, nos tocaron los puestos 3 y 4 es decir los mas malos porque esos puestos quedaba en toda la puerta, donde pasaba la gente y lo tropezaba seguido a uno, y resulta que la ventanilla no cerraba, era de esas corredizas que abrían hasta la mitad; claro que en ese momento eso no me importo pues, lo que yo menos quería era cerrarla para poder irme con la cabeza afuera divisando todo, porque así no me perdería ni un tramo de esta carretera para mi exótica y a punto de conocer. El bus era una machaca de las que viajaban en ese tiempo, (un bus sencillo de 36 pasajeros sentados y quien sabe cuántos parados, con una silletería un poco incomoda y forradas en cuerina, la cual cuando estaba calentando el sol le calentaba a uno la nalga) pero eso si con unos motores excelentes para esa trocha.
El primer tramo de carretera arrancaba por robledo y pasaba por san Cristóbal y continuaba subiendo para boquerón era algo fantástico ya que, del sopor inicial del centro de la ciudad se pasaba a un clima que se iba enfriando a medida que se iba subiendo; por las ventanillas podíamos divisar las ultimas luces y el resplandor de Medellín. Así se iniciaba un viaje del cual no se sabía ni el día ni la hora de llegada.
Comenzaba el ayudante a recoger los tíquetes, y los viajeros frecuentes inmediatamente se disponían a dormir, caso contrario al mío que el objetivo era sacar la cabeza y divisar hasta el último centímetro de carretera.
Al pasar por boquerón se apreciaba un paisaje cubierto de neblina y paraban un rato en el alto para comprar frutas y cosas para llevar a Urabá. Cuando el bus iba bajando de boquerón a santa fe ahí si me supo el viaje a cacho, pues la salivadera que tenia se convirtió en un mareo el putas por el curverio de la carretera y los que vomitan, como yo sacaba la cabeza afuera del bus, eso era mucho chocar con los biseles de la ventanilla, hasta llegar con chichones a lado y lado, creo que vomite hasta la torta de la primera comunión.
Ya en san Jerónimo, donde se percibía el aroma de cantidades de frutas ofrecidas a lado y lado de la vía con un calorcito agradable, el mareo se me iba pasando, la ilusión crecía por lo que veía, ya que conocí el río cauca cuando lo cruzamos en el puente del paso. Y seguimos con ese clima tibio a santa fe, donde llegamos aproximadamente a las 8 pm.
Fue indescriptible la entrada a este pueblo colonial de casas blancas y calles empedradas.
Fue amor a primera vista, pues en ese tiempo entraban los buses directo al parque, donde queda la catedral y había gran cantidad de toldos alrededor que le daban un ambiente pueblerino y típico.
Que lujo comer en restaurante
Lo que es la verraca gula, como en esos tiempos uno comer en un restaurante era cosa del otro mundo era un lujo para nosotros, pues resulta que cuando llegue a santa fe de Antioquia, como los buses paraban ahí para la comida (pues lo que seguía era trocha y derrumbes) en el parque había gran cantidad de restaurantes y como por arte de magia se me abrió el apetito (lógico que todavía estaba erutando vomito ¡gas!) y lo primero que pedí en el restaurante el piel roja ubicado a un lado de la plaza fue una bandeja paisa con frijoles, chicharrón de 15 patas, carne molida, chorizo, aguacate y pare de contar, a continuación los que empiezan a comer.
el parque de Santafé de Antioquia era quizás el sitio más acogedor del viaje; por lo folclórico ya que apenas uno llegaba era tal la cantidad de buses, que si uno no se fijaba en el numero y la empresa corría el riesgo de quedarse. Recuerdo que apenas paraba el bus lo primero que uno escuchaba era “tamarindo, tamarindo” y a continuación le ofrecían toda clase de frutas y de dulces incluyendo las cascaras de toronja azucaradas, el blanquiao, los mamoncillos etc.
Siguiendo con lo del restaurante (el piel roja), pues yo no sabía por dónde empezar con esa bandeja paisa y me tome mi tiempo en saborearla pero cuando estaba empezando a comerme la primera pata del chicharrón sonó una trompeta y me pare de una a ver qué numero era, y claro era el bus de nosotros; pues yo no sabía que los choferes comían tan rápido, entonces los que se embuten eso a la lata porque como dejarla ahí si había que pagarla.
Claro que el que la pago fui yo, porque apenas empezó a subir a manglar me cayo la salivadera otra vez; y ahí quedo la bandejita con los chicharroncitos regados en la carretera al mar y los viáticos (que eran como 2.000 pesos) mas poquitos.
Pueblitos campesinos en la madrugada
De Antioquia comenzábamos a subir nuevamente hacia el boquerón del toyo esta era tremenda trocha que subía en forma de espiral, bordeando el río tonusco y que por la gran aridez de sus terrenos no era apta para vivir, (cuando había derrumbes fueron muchas las aguantadas de hambre por acá) se encontraban pocas casitas muy regadas a lo largo del trayecto a medida que íbamos subiendo se empezaba a sentir nuevamente la frescura de los 2.000 metros, cabe anotar que hasta Antioquia estaba la carretera pavimentada.
Bueno yo seguí mareado pero disfrutando del viaje, aunque era de noche (más o menos las 11 de la noche)
Yo sacaba la cabeza para poder divisar, se veían esas casitas al borde de la carretera cerradas y el perro ladrándole al bus, cuando llegamos a manglar el ayudante empezó a recoger la limosna, la cual deposito a una imagen de la virgen del Carmen que tenía su altar en dicha localidad.
El bus seguía subiendo hasta llegar al boquerón del toyo, (y que frío tan verraco) luego descolgaba hasta cañas gordas, siempre por trocha destapada y apunto de derrumbarse luego se llegaba a cañasgordas un pueblito campesino de callecitas angostas el cual atravesaba el bus y que se encontraba desolado a esa hora (12 Pm) cruzábamos la vara de la aduana que había al terminar la calle principal y llegábamos al río sucio y a tirar valle hasta uramita antes de llegar a dabeiba que era la mitad del camino.
A estas alturas del camino ya me podía considerar veterano del viaje pues el mareo se había desaparecido y el paisaje era entretenedor a pesar de la oscuridad.
Uramita era un pueblito agrícola, pobre y por ende sin atractivo para el turista.
mas adelante estaba la entrada al revenidero (tramo de carretera super angosto, pero firme) en este trayecto era muy común ver gran cantidad de indígenas montarse a los buses rumbo al pueblo, este trecho fue cerrado por una falla geológica y desembocaba en todo el centro de dabeiba.
Dabeiba y su esplendor
Dabeiba era otra llegada típica; pues era uno de los pueblos más prósperos de la región (sino el más prospero) por lo tanto el comercio a esa hora (1 1/2 Am) estaba en pleno apogeo, todos los restaurantes amanecían y había gran cantidad de bares llenos de campesinos y de indígenas (a pesar de la hora) habían bastantes residencias, pues los camioneros que no querían arriesgarse a continuar de noche por la llorona, por lo general se alojaban ahí. El centro a bordo de carretera le aseguraba clientela a toda hora del día o de la noche. Eran famosos los jugos de naranja y de mandarina al frente de residencias diana donde se ubicaban por lo menos 15 o 20 mesas de jugo atendidas por humildes campesinos de sombrero y ruana de lana y reloj tres tornillos y machete al cinto.
También se observaba gran cantidad de indios ebrios a altas horas de la madrugada.
En dabeiba uno tenía tiempo hasta de caminar el pueblo y ver la fila de buses al lado y lado de la calle principal. Este punto era como una referencia para saber a que horas aproximadamente se llegaría a turbo, pues era exactamente la mitad del recorrido, era rarisima la vez que pasaba uno por ahí de día (solo cuando un derrumbe lo hacia amanecer en la carretera).
La famosa llorona
Al salir de dabeiba luego de unos 20 minutos comenzaba la verdadera trocha la denominada «llorona» a la cual respetaban los conductores y los pasajeros le temían, se trataba de un camino tan estrecho y artesanal que, para dar paso a otros vehículos, el bus tenía que recostarse a los barrancos o detenerse en un equilibrio perfecto al borde de los precipicios. Un camino de herradura esculpido en una verdadera montaña de roca pura, que con el paso del tiempo se fue ampliando hasta que no dio más y quedo de un solo carril.
Así que cuando se encontraban dos carros uno de los dos tenía que reversar, con el peligro de que la banca cediera con el peso del vehículo (que muchas veces sucedió).
Hay que reconocer a los conductores de esa época como verdaderos baquianos para enfrentar esa trocha y así evitar accidentes; claro que también les ayudaban mucho las potentes maquinas Ford y Dodge de los buses que conducían.
este tramo era el de mas expectativa, pues los relatos de los conductores eran escuchados por los pasajeros que a esa hora no dormían, por estar pendientes de cada giro que hacia el bus, cuando el bus se recostaba por causa de algún morrito, la gritería era general. y los relatos de estos a su llegada alimentaba aun mas el mito de la llorona.
el cruce de este cañón era muy demorado pues se transitaba muy despacio, y a ratos uno presentía que ya había pasado por esos lugares, pues la vegetación tupida y la lluvia intensa causaban monotonía y desespero (por acá si me moje por lo de la ventanilla)
Ingreso a Urabá
Después de la llorona se iniciaba un tramo no menos traumático, ya que era una carretera inestable, angosta y surcada por gran cantidad de quebradas las cuales cruzaban por encima de la carretera, por la carencia de puentes, siendo una zona demasiado lluviosa continuamente se presentaba el atollamiento de camiones tipo 600 que llevaban grandes cantidades de abarrotes, muebles, maquinaria etc. para la zona de Urabá.
Era frecuente que en días de lluvia, el chofer y el ayudante ayudados por los pasajeros tuvieran que despejar la carretera a pico y pala o que entre todos tuviéramos que empujar el bus, previamente haberle echado piedras al surco que dejaban las llantas y así agarraran en el lodo.
Por todo el cañón del río sucio se llegaba a tasidó donde fue cortada la montaña casi perpendicularmente y la cantidad de ríos exuberantes nos daban la entrada a Urabá no sin antes sentir el sopor y la humedad propia de la región.
Son aproximadamente las 5: am llegamos a mutata y los que se bajan. Lo primero que se veía era la cafetería el reten que era un ranchito de madera con un bombillo afuera lleno de chapolitas y adentro ofrecían en una vitrina de angeo comestibles tales como: papas, buñuelos, chorizos y gran cantidad de fritos.
A estas alturas el típico de santa fe que había vomitado me seguía pesando en el bolsillo pero algo quedaba para hacer la comprita en mutata, cabe anotar que a esa hora a lo mejor eran trasnochados, y en ese tiempo no existian los microondas por lo que tocaba así fríos
En estas interminables rectas llenas de baches, casi siempre bajo lluvia se alcanzaban a apreciar hasta 10 o 15 camiones en fila y la gran tarea del busero era empezar a pasarlos en una carretera llena de huecos y angosta que no permitía grandes velocidades.
Paisaje hermoso aquel con grandes potreros, de pastos frescos a esa hora y neblina lejana, los cuales se notaba que no hacía mucho los habían colonizado, ya que gran cantidad de palos de arboles en proceso de pudrición así lo corroboraban.
Así pasábamos por gran cantidad de ríos (pero qué cantidad de agua) jurado, surrambay villarteaga, la fortuna, la maporita (antiguo batallón), porroso, bejuquillo, guapà, hasta que llegábamos a chigorodo.
Aquí empezaba otra cosa, otra ilusión y otro paisaje, comenzando porque de aquí en adelante estaba pavimentado, lo cual era un descanso muy merecido para el cuerpo después de aproximadamente 12 horas de viaje.
Chigorodó ya era un sitio muy poblado, a esa hora (7 am) ya se veía el movimiento en el centro, con gente esperando el bus para ir a Apartadó y alas fincas bananeras
se veían chivas (escaleras)multicolores repletas de gente con distintos destinos.
el camino completamente llano y de rectas larguísimas se veía llenas de bananeras a lado y lado de la vía, nunca en mi vida había visto tanto verde junto.
la carretera volvía a ser pavimentada pero en mal estado hasta turbo.
La llegada a apartado era como llegar a otra feria pues la cantidad de gente regada por la vía principal era impresionante; aquí tocaba reforzar con un buñuelito y una gaseosa.
Para llegar a turbo era el mismo paisaje de bananeras, pero agregándole una gran extensión de palmeras de aceite que existían desde currulao hasta el tres, en lo que era la antigua empresa de aceite de palma de coldesa, que tuvo que cerrar a causa de la violencia en los años 80.
currulao era pequeño un barriecito, luego el tres también y después Turbo por fin.
El día que llegue a turbo fue algo emocionante, ya que me encontraría con los cuchos y mis hermanos y como era primera vez que arribaba pues las ilusiones eran grandes.
Tomado de https://tutocaminante.blogspot.com/2012/01/recuerdos-viaje-uraba-en-1979.html