La muerte de los policías Cristóbal Bedoya Hernández y Walter Osorio Doria, adscritos a Seccional de Inteligencia Policial (Sipol) y al Gaula respectivamente, ocurrida el pasado martes, advierte de la difícil situación que se vive con el Clan del Golfo en la región de Urabá y da señales sobre una guerra que, al parecer, aún está lejos de terminar.
Los policiales realizaban labores de inteligencia en el corregimiento El Tres, municipio de Turbo, cuando fueron atacados por hombres armados que al parecer pertenecen a ese grupo armado ilegal.
Aunque contra el Clan del Golfo el Estado mantiene una de las mayores ofensivas hechas en la historia contra una estructura armada ilegal (operación Agamenón), la pregunta que surge es si la misión se está cumpliendo o si se convirtió en algo que se alargó en el tiempo, consume recursos todos los días y no logra dar con su principal objetivo: Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel.
Uno de los líderes sociales de Urabá, quien solicitud reserva en su nombre por seguridad, afirmó que la percepción entre la comunidad es de un conflicto sin fin, y con una consecuencia que califica de “nefasta”. “Tristemente se está volviendo todo tan cotidiano que ya no le extraña lo que pasa. La gente aprendió a vivir con la violencia”, asegura.
Esta persona añade que el Estado está lejos de un resultado contundente. “Agamenon enfrenta esta guerra en la ruralidad, puede ir contra los cabecillas y supuestos jefes financieros, pero realmente esa pelea no tiene cerca un buen final si solo se concentran en eso. Vemos que agarran o matan a uno y automáticamente hay otros dos puestos”.
Bajo perfil y en expansión
Pasaron 21 meses desde que el país conoció un video de “Otoniel”, principal cabecilla del Clan del Golfo, en el que abría la puerta del diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos, sin embargo, desde entonces no se conoció ningún avance al respecto.
Independiente de una negociación o no, el principal hombre de esa estructura armada ilegal volvió al bajo perfil, mientras que su sus hombres intentan asentarse en otros territorios fuera de Urabá y por eso la guerra ahora se extiende al norte de Chocó, sur de Córdoba y el bajo cauca antioqueño.
Para Kyle Johnson, analista de Colombia del International Crisis Group, “Otoniel” está de bajo perfil porque no se debe sentir seguro después del fracaso en el proceso de sometimiento y también “porque su gente de confianza fue capturada o está muerta”.
Agrega que la capacidad de violencia del Clan del Golfo
siempre va a estar ahí. “Ellos deciden cómo y cuándo usar esa violencia. Yo creo que ahora hay menos presión de las autoridades sobre ellos, sin embargo eso no quiere decir que exista menos capacidad de generar violencia”.
Explica Johnson que lo que se vive en Urabá es una “guerra latente”, mientras que en las otras zonas del país mencionadas, “lo que tiene este grupo ilegal es una guerra abierta con otras estructuras ilícitas”.
Aunque después de la publicación del video de “Otoniel” la Fuerza Pública logró importantes resultados contra la cúpula del Clan del Golfo como la captura de “Nicolás” o las muertes de “el Indio” y “el Cole”, a partir del 8 de diciembre de 2018, cuando ese grupo armado declaró un cese al fuego unilateral por la temporada navideña, no se ha dado a conocer un “gran” golpe a la estructura central o cúpula.
Para Jeremy McDermott, cofundador de InSight Crime, el monitoreo que se hace desde esa fundación afirma que “la presión sobre ‘Otoniel’ ha bajado, y creemos que están recuperando territorio”.
En declaración a los medios de comunicación el pasado 30 de abril, tras uno de los últimos resultados contra esta estructura armada ilegal, en el que murió alias Boca de Pato, cabecilla militar del frente Efrén Vargas Gutiérrez, que delinque en los municipios chocoanos de Acandí y Riosucio, el general Jorge Mora López, comandante de la Fuerza Despliegue Contra Amenazas Transnacionales, indicó que las operaciones militares contra el Clan, son sostenidas y cada vez más intensas.