Aunque fue el grupo armado organizado del país que recibió más golpes el año pasado, el Clan del Golfo perdió protagonismo en la agenda nacional luego del fracaso de la ley de sometimiento hecha a su medida, y con los ojos del Gobierno puestos en el ELN tras la bomba de la Escuela General Santander.
Este año, las noticias hablan de que el Clan está débil por los golpes de la Fuerza Pública y de la guerra que le están armando una disidencia suya y ex Farc en Antioquia. Pero eso no quiere decir que ese grupo, residuo del EPL y las AUC, esté de capa caída.
La mano dura
Desde que llegó a la Presidencia, Iván Duque tomó dos decisiones que le dan duro al Clan.
Impulsó la Operación Agamenón, que se inventaron el gobierno de Juan Manuel Santos y la Policía en febrero de 2015 para atacar a los cabecillas del Clan en Urabá, y que comenzó su segunda fase en junio de 2017, con Ejército, Armada y Fuerza Aérea.
Agamenón impactó con la muerte de ‘Gavilán’, el cerebro de la estrategia para matar policías en Urabá y coordinador de operaciones de tráfico de droga en Córdoba, e ‘Inglaterra’ encargado militar en Urabá; y la captura de ‘Nicolás’, mano derecha de ‘Otoniel’, en una finca en el Oriente antioqueño.
Duque relanzó la campaña como Agamenón 2 plus, que despliega los mismos 2.500 hombres de la operación anterior en el Darién, el Bajo Cauca, Chocó, Urabá y Córdoba, y en la que los militares trabajan de la mano de los comandantes de policía de los municipios para atacar cabecillas.
El año pasado esa campaña logró la muerte de alias el Indio, hombre clave de la estructura Julio César Vargas del Clan, que se pelea el territorio en Tarazá con los Caparrapos.
También la captura de tres cabecillas: ‘Guillermo’, primo de ‘Otoniel’ y encargado de las finanzas del Clan; y ‘Valencia’ y ‘El Mocho’, que movían la droga de la estructura de ‘Guillermo’, hacia zonas costeras de Antioquia y Córdoba.
Lanzó la fuerza de Tarea Aquiles, con 4.500 hombres para luchar en el Bajo Cauca antioqueño y el sur de Córdoba, donde desde comienzos del año pasado crece una guerra entre el Clan y una disidencia suya, el frente Virgilio Peralta Arenas o “Caparrapos”; y donde hay ELN y disidencias de los frentes 18 y 36 de las Farc.
Aunque esa estrategia va dirigida contra todos, golpea al Clan porque con la salida de las Farc y mientras el Gobierno está enfocado en combatirlo en Urabá, encontró en esa zona un espacio de expansión y repliegue.
Eso ayudó. Según una fuente de la Fuerza Pública, que no da su nombre porque no es vocera, “antes del 7 de agosto no dábamos abasto con unos 800 hombres, ni teníamos directriz clara, y luego del cambio de Gobierno nos triplicaron los hombres”.
La nueva directriz es hacer mucha más inteligencia con infiltrados en los territorios e interceptación de llamadas, además de poner unidades militares y policiales en cada uno de los municipios.
Ese aumento de hombres se ha sentido, por ejemplo, en Tarazá. Allí, según la alcaldesa Gladys Rebeca Miguel, pasaron de tener 15 policías a más de 80, y ahora hay presencia militar permanente en el casco urbano y en los corregimientos.
Los golpes
Las capturas y muertes han golpeado al Clan.
Según explicó a La Silla un experto en crimen organizado que pidió no citarlo por razones de seguridad, no es fácil reemplazar a cabecillas con experiencia, pues casi todos venían del EPL y las AUC, conocían los territorios, tenían contactos de narcos y credibilidad dentro de la organización.
“El estado mayor ha sido muy golpeado, han perdido una generación entera. Esta nueva cúpula no tienen el mismo perfil y estatus en el hampa”, le dijo a La Silla Jeremy McDermott, codirector del think tank de crimen organizado Insight Crime.
En eso coincide el general Jorge Mora, comandante de la Fuerza de Despliegue contra Amenazas Transnacionales, Fudat.
“Un ejemplo fue la captura de alias El Indio. A él lo reemplaza alias Cole, que estaba en el Occidente antioqueño controlando la minería ilegal; lo ponen a liderar la parte armada en el Norte. Empieza a cometer errores y muere también. Y así muchos otros”, nos dijo.
A esa debilidad de las cabecillas se suma que los hombres de camuflado y arma larga son cada vez menos a nivel nacional: según el general Mora en 2015 eran 3.126, y ahora son 1.590.
Los han tratado de reemplazar con integrantes que vienen de hacer sicariato en las ciudades, pero que, sin experiencia en el monte, son más fáciles de capturar.
La fuente extraoficial de la Fuerza Pública coincide en ese cambio: “cada vez son más fáciles los combates. Cuando les hacemos emboscadas, y ellos nos alcanzan a ver, tiran sus fusiles y arrancan a correr. Son muchachos sin experiencia”.
La mano dura no es la única que golpea
Otro factor que ha golpeado al Clan son sus disidencias y los aliados que se le voltean.
La disidencia más notoria son los Caparrapos, que opera en Tarazá y empezó a pelear con el Clan tras la muerte de alias Gavilán, que mandaba en la zona.
Prefirieron aliarse con otros grupos en su contra y se empezó a conformar un cargamontón que hoy suma a Caparrapos, ELN y grupos residuales de los frente 18 y 36 de las Farc.
Esa alianza buscar sacar por completo al Clan de la región desde el año pasado, según coincidieron fuentes del Ministerio Público y del Ejército.
Según cálculos de inteligencia de la fuerza pública, juntos triplican ya el número de hombres del Clan: el ELN tiene 200 hombres armados; los residuales del 36 tienen 120 y los del 18 otros 30; y los Caparrapos se han triplicado desde el año pasado, y ahora cuentan con unos 230.
Frente a esos 580 hombres, el Clan tendría unos 160 hombres en Cáceres, Tarazá, Nechí y Zaragoza; pero cuenta con el refuerzo de 850 hombres de la estructura central de Urabá.
Hay otra posible disidencia del Clan del Golfo en la rivera del río Nechí, en El Bagre, Zaragoza y Caucasia. Se trata del frente Francisco Morelos Peñate, que desde septiembre ha publicado panfletos amenazantes contra integrantes del Clan y se estaría uniendo a los Caparrapos, según una alerta temprana de la Defensoría de enero pasado.
También juegan contra el Clan los aprendizajes de pequeñas bandas urbanas que ha subcontratado para moverles droga a cambio de apoyo para su expansión en Medellín, Santa Marta, Barranquilla, Cali, Barrancabermeja y Puerto Wilches.
Algunas de esas bandas, como contamos en esta historia, están haciendo negocios directamente con mafiosos extranjeros, a lo que antes tenían acceso exclusivamente los capos extraditados o muertos.
Eso ocurre, por ejemplo, con la banda Pachenca en Santa Marta, que les ha servido para coordinar la logística de la droga que saca y que recibe, pues se ha estado fortaleciendo de un año para acá, controlando la entrada y salida de cargamentos por la costa atlántica.
Pero justamente esa estrategia marca la otra cara de la moneda.
Aún así, hay expansión
A pesar de los golpes, y de que haya una fuerza dedicada a golpear a sus cabecillas, el Estado no ha podido dar con su máximo jefe, ‘Otoniel’ que, según la última información pública, se ha estado moviendo en las montañas del Norte antioqueño.
Mientras no den con ‘Otoniel’, “uno de los mafiosos más poderosos y con más historia en el país”, según el director de Insight Crime, Jeremy McDermott, el Clan seguirá con fuerza.
Prueba de eso es que en Urabá sigue teniendo el control de las rutas de narcotráfico, y de la extorsión y del microtráfico, según información de la Defensoría, además de que está controlando con mayor intensidad el tráfico de migrantes en la frontera con Panamá.
Para eso es clave la capacidad del Clan de moverse territorialmente.
“La violencia sigue siendo la misma, pero cambia de territorios. En la medida en que ocurren las operaciones militares, las Autodefensas Gaitanistas o el Clan del Golfo se va moviendo entre municipios”, nos explicó un funcionario.
El fortalecimiento de otros grupos, más las incautaciones en los puertos y en Urabá principalmente, hace que el Clan se haya expandido al Occidente y el Oriente antioqueños, para controlar el microtráfico y la extorsión.
Eso, porque “la mercancía se puede perder y le sale más barato venderla acá”, nos dijo una fuente de la Policía.
“Entre más pierden la capacidad de sacar droga y mientras bajen sus rentas, más se meten a extorsionar y secuestrar para controlar el microtráfico en las regiones”, nos dijo el general Mora.
También han ido bajando del Darién chocoano al Bajo Atrato y el sur de Chocó, donde se están peleando el territorio con el ELN desde el 2017, luego de la salida de las Farc. Actualmente estarían en 15 de los 30 municipios del departamento, según la Defensoría.
Eso ha traído un aumento en las extorsiones a comerciantes en las cabeceras municipales y en la zonas rurales a las empresas madereras y ganaderos.
Lo mismo pasa en Norte de Santander, donde el Clan silenciosamente se ha ido expandiendo más allá del control de la frontera en el Área Metropolitana de Cúcuta, que comparten y se disputan constantemente desde hace nueve años con Los Rastrojos.
Según una fuente del Ministerio Público, desde que se fueron las Farc su accionar se ha hecho menos visible, y ya no aparecen panfletos firmados por las Autodefensas Gaitanistas.
Sin embargo, eso respondería a una estrategia para mantener un bajo perfil y sostener el control sobre la frontera, que ha crecido desde que Venezuela la cerró en 2015.
De ahí, por ejemplo, que haya bandas mediáticas en Cúcuta, como La Línea que, aunque hacen parte de la estructura del Clan, operan sin mostrar esa relación.
“Entre ellos no se refieren a las Autodefensas Gaitanistas ni hablan de frentes sino a ‘la organización’, de forma muy genérica”, nos dijo la fuente del Ministerio Público que conoce la región.
Incluso en el Bajo Cauca, a pesar de la expansión de los Caparrapos, se está empezando a notar una movida del Clan para regresar a Cáceres, que en 2018 perdieron frente a sus disidencias.
Para eso “están llegando refuerzos de Chocó y Urabá”, le dijo a La Silla una fuente del Ministerio Público, y por eso los desplazamientos con los que arrancó el año, que habían bajado a finales del año pasado con la avanzada de los Caparrapos.
“En estos dos meses van 24 homicidios y todos los días se nos están yendo personas por la disputa entre Clan del Golfo y Caparrapos. Tenemos las declaraciones de 170 personas desplazadas”, nos dijo Ánderson Piedrahita, personero del municipio.
“Con la Fuerza de Tarea Aquiles, que ha logrado disminuir la confrontación abierta en zona rural, eso ha logrado bajar los desplazamientos. Pero el crimen más urbano, la disputa por las plazas de vicio, el microtráfico, entre otras, no las han podido combatir”, nos dijo la fuente del Ministerio Público.
En eso coincidió nuestra fuente extraoficial de la fuerza pública. Dijo que la presión que están metiéndole al Bajo Cauca, más allá de acabar con el Clan del Golfo, puede llevar a que sus hombres se quiten el uniforme y actúen como milicianos, para seguir delinquiendo pero con perfil bajo.
Todo eso porque el Clan tiene recursos, de narcotráfico y minería ilegal, para pagar 1 millón 500 mil pesos a quienes trabajan para ellos en el Bajo Cauca, el Nordeste antioqueño y el sur de Córdoba.
Algo parecido pasa en Nariño, donde en el último año el Clan ha tenido un crecimiento silencioso pero importante: de un 500 por ciento con respecto a años anteriores, pasando de 20 a más de 100 hombres en un año, según le dijo a La Silla Vacía una alta fuente militar del departamento.
Eso porque sus ingresos por narcotráfico les permiten “comprar armamento de última generación y pagar salarios de 1 millón y 1 millón 800 mil pesos”, según esa fuente.
El plan a futuro del grupo, según inteligencia del Ejército, es expandirse a Tumaco -el municipio con más coca del mundo con 19 mil hectáreas- y toda la costa nariñense retomando las alianzas que ya tenían con la disidencia de Guacho,.
De concretarse ese plan, la guerra que actualmente se libra en la zona rural de Tumaco podría ser más violenta aún, teniendo en cuenta que allá desde inicios de este año como contamos hay una guerra por la ruta narco entre las disidencias y el grupo que lidera el narcotraficante alias Contador.
Por esa guerra este fin de semana 150 colombianos llegaron desplazados a Ecuador.
Incluso, en Nariño y en el Bajo Cauca, el Clan está reclutando venezolanos sin experiencia en armas, que igual alimentan sus filas y mantienen viva la guerra.
Con ese panorama, el caso del Clan, el grupo armado organizado más grande del país, muestra las dificultades para terminar un conflicto que si bien se redujo con la salida de las Farc, sigue vivo en estas y otras zonas del país.