Hace cuatro décadas Urabá era mirada como el patio trasero de Antioquia. Hoy, esa subregión en la que más de la mitad de sus habitantes es pobre, está plagada de esperanza por el desarrollo que le traerán los dos puertos anunciados, y que se espera entren en operación en menos de cinco años.
El futuro es promisorio— coinciden empresarios, políticos y líderes sociales— pero el impacto en la calidad de vida de los habitantes depende de la confluencia de esos actores para identificar problemas y establecer compromisos para que la riqueza no se desvanezca entre los dedos de la gente, como ha pasado, históricamente, aquí y en otras zonas de Colombia.
Urabá es para Antioquia puerta de entrada al Atlántico y salida al Pacífico, región compuesta por 11 municipios que los habitan 500.000 personas en 11.664 kilómetros cuadrados y 325 kilómetros de costas, las únicas del departamento.
Por sus mares, el año pasado, se exportaron 100 millones de cajas de banano, producto que abandera la vocación agrícola del territorio. Ese comercio internacional dejó ganancias superiores a los 800 millones de dólares.
Pobreza entre la riqueza
El desarrollo urbanístico y la dinámica comercial de Urabá se palpan, especialmente, en Carepa y Apartadó, a 25 minutos en carro de Turbo, municipio de donde salen a diario las cargas de banano y plátano hacia otros países.
Al transitar desde el aeropuerto Antonio Roldán Betancur, a las afueras de Carepa, con destino a Apartadó —considerada capital de la región—a mano izquierda se divisan extensos cultivos bananeros y a la derecha aparecen, paulatinamente, centros comerciales y vallas que promocionan la construcción de complejos empresariales y edificios de oficinas para la venta.
Según Adolfo Zapata, presidente de la Cámara de Comercio de Urabá, en la región el registro de empresas está creciendo entre un 10 y 12 por ciento al año, superior al de Antioquia en 2016, del 10 por ciento.
“El año pasado Urabá creció 12,5 por ciento su base de empresas nuevas. Hoy ajustamos casi 9.200 registros empresariales, de compañías que se establecen en la zona”, dice.
Zapata destaca que en años pasados la base empresarial eran comerciantes, micros y pequeñas empresas.
“Ese renglón crece un 15%, sin embargo, las medianas empresas, que generan grandes capitales y empleo han crecido más de un 75%; es decir, si teníamos 10 hoy hay 17,5”, resalta.
El directivo agrega que esa dinámica que vive hoy el territorio hace parte de la expectativa por lo que va a pasar, “y aunque no ha sucedido ya son cosas reales: puertos y túnel están entrando en ejecución”.
“Hay infraestructura. Los puertos está despertando interés de empresarios para establecerse en Urabá. La migración de poblaciones ha generado mayor demanda de vivienda”, asevera.
No obstante esos indicadores optimistas, la inequidad en Urabá la confirma el reporte de la Agencia de Renovación Territorial (ART), según el cual hay 62,5% de pobreza multidimensional en la zona urbana de los municipios del eje bananero y tres más de su influencia (Apartadó, Carepa, Turbo, San Pedro de Urabá, Necoclí, Chigorodó, Mutatá y Dabeiba, que aunque es del Occidente antioqueño, tiene sembrados de la fruta).
Marilyn Jiménez, subdirectora de Seguimiento y Evaluación de la ART, entidad adscrita al Gobierno Nacional que hace un diagnóstico social de la región, afirma que el indicador de pobreza multidimensional que mide, por ejemplo, acceso a agua potable, alcantarillado y educación está 16,8 % por encima del promedio nacional.
“La pobreza multidimensional no solo mide la plata que se tenga en el bolsillo, sino aspectos del entorno que la genera. Hay otras regiones de Colombia que tienen un promedio más alto, como el Pacífico, pero si comparamos a Urabá con el general de Antioquia, donde hay un 40,9% de pobreza, la brecha es grande”, añade.
El informe de la ART también presenta como aspecto crítico en Urabá el bajo nivel educativo, pues solo el 19,3 % de la población rural tiene acceso a bachillerato, mientras en el país ese promedio es del 43 %.
“En ese tema es mucho lo que hay por hacer en Urabá. Tenemos hogares donde las familias no alcanzan el mínimo nivel de educación. En pruebas Saber 11 en matemáticas está en 8,299 puntos, uno de los niveles más bajos del país”, acota.
En cuanto a servicios públicos, si bien el trabajo de EPM es destacado por líderes de la zona, persiste un déficit del 30 % en alcantarillado, y aunque asegura la compañía en agua potable la cobertura es del 90 %, en Belén de Bajirá, Mutatá, Carepa, Chigorodó, Apartadó, El Reposo y Turbo, el servicio tiene interrupciones en el día.
Al respecto, Carlos Pinilla, gerente de EPM Urabá, indica que en gas y energía la empresa tiene presencia en nueve municipios en los que alcanza el 100 % de cobertura urbana y el 98 % rural.
Corregir el camino
Urabá es prioridad para la Gobernación de Antioquia. Sus puertos son anhelo y aunque el gobernador Luis Pérez puso reparos en el año 2016 a la contratación de las obras del túnel del Toyo, un viaducto de 9,8 kilómetros que conectará los tramos Mar 1 y Mar 2 de Autopistas para la Prosperidad, en el occidente antioqueño, el megaproyecto es una realidad y deberá estar funcionado en 10 años.
Hernando Latorre, subdirector de Planeación Departamental apunta que la visión del gobierno también contempla proyectos como la Ciudadela del Mar, una especie de urbe en Necoclí con servicios de primer nivel en 2.700 hectáreas, y hasta una conexión para la región con la línea del ferrocarril, que la Administración seccional espera poner a rodar antes de 2020.
“El mar de Antioquia debería ser política de todos los gobiernos. Hace 34 años, se decidió mirar con interés lo que era concebido como el patio de atrás: Urabá. Ahora necesitamos trabajar unidos, sino no habrá posibilidad de generar el impacto que el desarrollo nos propone”, considera.
En ese propósito, gremios empresariales de la región, representantes de la iglesia Católica, la comunidad y universidades, se unieron para trabajar en la constitución de una agenda de desarrollo sostenible a 2030.
La idea es que, por medio de foros académicos, se planteen las problemas y sus soluciones. Waldir Ochoa, comunicador y periodista que ha estudiado la región, revela que hay temas tan sensibles y urgentes de tratar, como la movilidad, que ya viene siendo crítica y, asegura, podría colapsar si se tiene en cuenta que en 17 años vivirán 400.000 personas más allí.
“El año pasado hubo 102 muertos por accidentes de tránsito en Urabá, las víctimas que en otra época podía dejar la violencia. Esa cifra nos invita a pensar qué vamos a hacer en materia de transporte público”, señala.
En ese sentido, Wilson Berrío, habitante de Apartadó, cree que el problema de accidentalidad radica en que se construyó una doble calzada que atraviesa el municipio, pero no se ha educado a las personas en cómo conducir por esa vía.
“Muchas personas transitan por carriles en contravía y creen que la berma es el carril para motos y bicicletas. Además, esta es una región en la que hasta hace poco encimaban licencias de conducción por comprar dos kilos de carne”, ironiza.
Para Laura Gallego, del Centro de Análisis Político de la Universidad Eafit, pensar Urabá desde su interior es un acierto, algo que antes se hacía desde Medellín.
“Esta idea de alianza se convierte en un desafío para las instituciones. Esa mirada hacia adelante necesita un relato común, cómo detonar un proceso de desarrollo por fuera de las ciudades y lograr equilibrar los planes de desarrollo”, concluye.