Urabá - 21 junio, 2019

De la cuna al cementerio: la vida de los jóvenes en Apartadó

Por Noticias Urabá

“Es momento de hacer ver a la juventud que el cuento del conflicto tiene un inicio, muchísimos nudos, pero nunca un feliz desenlace”

La paz interior que suele transmitirme el semirrugoso, delicado y tan característico tacto del papel de un periódico en mis manos se perturbó abruptamente cuando posé la mirada sobre el encabezado de aquella pieza periodística. Es que ya es costumbre en Apartadó que en la portada del periódico local la muerte y la violencia sean temas rutinarios. Una monotonía macabra donde la primicia se vuelve predecible: otro joven que pierde la vida en una disputa donde no hay ganadores, porque no hay nada que ganar además de un futuro incierto y lleno de peligro.

Más allá de la clara tendencia amarillista de algunos medios locales, que en su afán de generar intereses en el consumidor priorizan sus noticias apelando al morbo que produce la muerte y la desgracia, la problemática se desliga de los intereses económicos de los medios y adquiere una dimensión mucho más preocupante, ya que no son casos aislados. Como dije anteriormente, ver a los jóvenes en Apartadó y en muchas otras partes de la región de Urabá fallecer a destiempo por hechos violentos se está normalizando.

Y por supuesto que esto debe ser cubierto por los medios, lo realmente grave de la situación es que los principales actores en las grescas y desmanes furiosos son los que se supone deben impulsar el progreso de las comunidades y del municipio en general: los jóvenes. En su gran mayoría se trata de personas vulnerables, que crecieron en comunidades marginadas por el desdén del conflicto, la pobreza, el consumo así como la comercialización de drogas y la desigualdad. Estos componentes sumados a un ambiente familiar poco saludable se convierten en la receta perfecta para engendrar seres fáciles de manipular, seres persuasivos que se forman para continuar arando el camino de miseria que trae el conflicto. Para terminar de desestimar la hipótesis estereotípica de que los jóvenes en conflicto son natural y espontáneamente maquiavélicos, Juan Bosco afirma que: “no hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados”.

En la mayoría de los casos, los jóvenes en Apartadó que hacen parte de grupos violentos viven convencidos de que pertenecer a estos les otorga un reconocimiento y de cierto modo una especie de estatus a partir del respeto que ganan, respeto que en realidad deriva del temor que generan sus actividades delictivas. Ortega y Gasset explica este tipo de comportamiento argumentando que en un contexto social (especialmente marginado) la juventud desarrolla una necesidad intrínseca de creerse, a priori, superior. Además, aunque tienden a equivocarse, su estado de juventud les brinda una “licencia para equivocarse” y aprender de sus errores.

Teniendo como referencia el concepto de inconsciente colectivo propuesto en el siglo XIX por Carl Jung, abordado desde la psicología analítica, el individuo cuenta con una dimensión psíquica que está más allá de lo consciente, que vendría a ser lo inconsciente. Pues bien, el inconsciente colectivo puede transmutar la individualidad más allá de la moral, por lo que dentro de un colectivo el individuo no distingue ni precisa, solo actúa, siempre acorde a lo que dicta el colectivo. Esto podría explicar a nivel psicológico por qué algunos jóvenes adoptan tan peligroso estilo de vida.

En Apartadó el cementerio parece una escuela, como si se tratase de un gigantesco anuario. Fotos de jóvenes de todo tipo decoran muchas de las tumbas en el campo de luto. La juventud atenta contra sí misma y el sistema no propicia un cambio positivo, salvo la tenaz labor de unos pocos que ven la luz tenue de una solución pacífica a esta problemática. Es momento de hacer ver a la juventud apartadoseña que el cuento del conflicto tiene un inicio, muchísimos nudos, pero nunca un feliz desenlace.

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