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Vida submarina, el pulmón del planeta que se cuida en Urabá

El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 14 (vida submarina) busca reglamentar la explotación pesquera, reducir la contaminación marina, minimizar y abordar los efectos de la acidificación de los océanos; de igual forma es de gran importancia proteger las zonas que le aportan al ecosistema marino. En diciembre de 2019, más del 17 % de las aguas bajo jurisdicción nacional eran reconocidas como áreas protegidas.

Las alteraciones del nivel del mar y la deforestación son dos cambios globales que impactan los manglares del Caribe colombiano, según los expertos los manglares son parte fundamental para mitigar el cambio climático y sus efectos nocivos. Pero no solo esto, también las zonas marinas protegidas son impulsoras de la reducción de la pobreza, pues aumenta la pesca y, con ella, los ingresos y el bienestar de las personas.

“Hay un estudio global donde hacen una comparación de cuáles son los beneficios de los ecosistemas marinos para la humanidad, y los manglares son los campeones en eso, porque por milenios han prestado servicios ecosistémicos múltiples; además de la protección contra tsunamis o contra huracanes sin dejar de lado lo que los biólogos llamamos la función de áreas nodrizas, porque si vemos la riqueza pesquera por ejemplo que hay en el mar, tienen sus fases de desarrollo en los manglares, si no hay manglares no tendríamos pesca asociada”, expresa José Marín Riascos Vallejo, coordinador Doctorado Ciencias del Mar de la Universidad de Antioquia.

A pesar de la importancia vital de los océanos, la irresponsable explotación durante décadas los ha llevado a un alarmante nivel de degradación. Sin embargo, existen iniciativas que ayudan a mitigar los riesgos.

“Vivía de cortar el mangle, pero ahora vemos que lo necesitamos y que es uno de los pulmones que tenemos a nivel mundial para respirar el aire natural, y a través de este pequeño grupo que conformamos hemos venido dándoles pequeñas charlas de por qué no se pueden cortar los manglares”, manifestó Ricardo Mercado, quien lidera la iniciativa Guardianes del Mangle en el municipio de Turbo, Antioquia.

Antioquia es el departamento que tiene la segunda costa más larga sobre el Caribe colombiano, después de La Guajira, además es un departamento pesquero. Según Jenny Leal Flórez, docente de la Universidad de Antioquia, en zonas como el Urabá hay poco control de la pesca, lo que causa un fuerte impacto en el ecosistema marino.

“La actividad pesquera en general en todo el país, y en las zonas costeras en particular, está sufriendo de una problemática generalizada, que por la cantidad de personas que cada vez acuden a la pesca como actividad de sustento, se empieza a perder el cuidado por la actividad, se llega a extremos y por eso empieza el recurso a escasear, porque acuden a redes que no son las adecuadas”, asegura ella.

Se calcula que cada año 6,4 millones de toneladas de residuos acaban en el mar. Entre el 60% y el 80% son plásticos, con picos de hasta el 95% en algunas zonas, y se calcula que el mayor porcentaje de ellos son bolsas. Solo el río Atrato que desemboca frente de las costas urabaenses arroja 11,26 millones de toneladas de sedimentos al año.

“Todos los días nos llegan maderas, no es basura, son desechos naturales que también es algo que la gente debe entender y concientizarse. En Necoclí la basura realmente es poca en las playas”, comenta Ana Teresa, comerciante del municipio de Necoclí, Antioquia.

El número de hectáreas de áreas marinas protegidas es un indicador que ayudará a consolidar los esfuerzos en la conservación de la extensa biodiversidad y de los servicios ecosistémicos de las zonas marinas, costeras e insulares que son la principal fuente de desarrollo y bienestar en las regiones Pacífico y Caribe. En 2018, el país tenía 12,8 millones de hectáreas marinas protegidas, la meta es aumentarlas para 2030 en 13,2 millones.

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