Lo que se vive en el Darién, la selvática frontera entre Colombia y Panamá, es un drama que no termina. Por el contrario, parece agravarse: en 2022 pasaron por allí, de manera irregular, 248.000 personas, una cifra récord. Así lo informó el gobierno de Panamá a través de su servicio de Migración. Aunque el número por sí solo parece no decir demasiado, es escandaloso si se compara con el de 2021, cuando 133.276 personas atravesaron la frontera. Es decir, se incrementaron en 115.000 personas.
Ahora bien, hay que discriminar qué personas han pasado por el Darién. La mayoría, unos 150.000, según el gobierno panameño, fueron de origen venezolano. Muchos de ellos atravesaron la frontera con Colombia y atravesaron el país de oriente a occidente para llegar hasta el golfo de Urabá.
Llama la atención que la segunda nacionalidad en proporción es la ecuatoriana. Las cuentas apuntan a que 29.399 ecuatorianos pasaron por ese selvático paso durante 2022. Y es mucho más grave si se tiene en cuenta que en diciembre fueron ellos los que más llegaron al Darién, con 7.864 personas, muy por encima de los 1.374 venezolanos que lo hicieron en el mismo lapso.
También hay colombianos que, en el afán de migrar a Estados Unidos, han optado por ir por tierra a través de Centroamérica, obviamente teniendo que atravesar antes el golfo de Urabá y la selva del Darién. Las cuentas indican que 5.064 connacionales así lo hicieron.
Pero, ¿a qué se debe el incremento tan desproporcional de migrantes en el Darién? Los expertos han señalado varias causas, entre ellas los efectos económicos de la pandemia que obligaron a muchos a dejar sus países. En cuanto a los venezolanos, la razón tiene que ver con políticas migratorias. México ahora pide visa para esa nacionalidad, lo que obligó a muchos a emprender el viaje desde muy atrás para llegar a la frontera México-Estados Unidos.
Más allá de las cifras, que por sí solas son alarmantes, la migración esconce cientos de historias dramáticas, trágicas, de una población que se ha visto obligada a dejar su país por las necesidades. EL COLOMBIANO acompañó en el recorrido a los migrantes en septiembre de 2021, atravesando las lomas, ríos, cañones y pantanos que hay en la frontera.
Es desgarrador ver a personas embarradas hasta más arriba de la cintura, escuchar a los niños que, agobiados por las plagas y el calor, lloran desconsolados. A su vez, los grupos armados como el Clan del Golfo se aprovechan y sacan rentas del tráfico de migrantes.
Lo preocupante es que este fenómeno parece no tener un fin pronto. La Gobernación de Antioquia lanzó un campanazo de alerta por una eventual nueva ola de migrantes que podrían represarse en Necoclí. Así lo advirtió Luz Patricia Correa, directora de Derechos Humanos, quien señaló que en los próximos meses podría hacerse realidad otra crisis en esta zona del Urabá por cuenta del flujo de miles de ciudadanos de diversas nacionalidades rumbo a Panamá, en su largo tránsito hacia Estados Unidos.
Estas crisis han desbordado en varias ocasiones los servicios sanitarios y de salud del municipio, que no está preparado para recibir a tanta gente.