Las víctimas más recientes murieron baleadas en la mañana del miércoles 24 de mayo. Ese día dos patrulleros de la Policía Nacional acudieron a un llamado en el corregimiento San Faustino, cerca de Cúcuta. Al llegar cayeron en una emboscada y los atacaron a disparos. A pesar de sus graves heridas, los uniformados lograron reaccionar y dos de sus atacantes murieron. Eran sicarios de la banda de narcotraficantes conocida como el Clan del Golfo.
Con esos 2 policías se eleva a 38 el número de integrantes de esa institución heridos en el último mes por los matones de la bacrim comandada por Dairo Úsuga, alias Otoniel. Otros 10 perdieron la vida y una docena de instalaciones policiales, entre estaciones y CAI, han sido atacadas con granadas y explosivos en ese periodo en 9 departamentos del país.
Esta ofensiva mafiosa del Clan del Golfo se basa en una cobarde estrategia inventada por Pablo Escobar en la época de la persecución contra el capo y el cartel de Medellín en los años noventa. Conocida como plan pistola, consiste en asesinar policías a sangre fría y por la espalda.
Los delincuentes del golfo han llegado incluso más allá al buscar a los patrulleros hasta sus propias casas para asesinarlos. Uno de estos casos recientes se presentó hace dos semanas en Sucre cuando dos hombres llegaron a la vivienda de un uniformado que estaba de descanso. Con la excusa de llevar una encomienda preguntaron por él, quien sospechó que algo raro estaba pasando. Desenfundó su arma de dotación y al acercarse a la puerta los sicarios abrieron fuego. Un vecino, también policía, se percató de la situación y entre ambos lograron abatir a los asesinos.
Para estos ataques los narcos del clan utilizan a sus propios sicarios, pero también acuden a los ‘servicios’ de asesinos de grupos que trabajan para ellos o con los que tienen negocios ilegales. A estos criminales les ofrecen en promedio 2 millones de pesos por asesinato. Hace dos semanas un desmovilizado del frente 30 de las Farc cayó detenido en Bogotá antes de concretar el crimen. Contó a las autoridades que hombres del golfo lo contrataron el día anterior en Tumaco, y lo enviaron a la capital a matar policías a cambio de 2.600.000 pesos.
Estos ataques contra la Policía en el último mes constituyen la respuesta sicarial del golfo a uno de los golpes más fuertes que ha sufrido ese grupo. El pasado 2 de mayo, en las selvas de Urabá, un grupo de comandos Jungla llegó hasta donde estaba escondido el quinto al mando de esa banda. Tras un enfrentamiento 4 delincuentes murieron, entre ellos Uldar Cardona. Conocido con el alias de Pablito, tenía bajo su mando 6 estructuras con 750 hombres.
Manejaba el negocio del narcotráfico y extorsiones en Córdoba y parte de Antioquia, con ingresos que superaban los 20.000 millones de pesos mensuales. Adicionalmente era el único que conocía la ubicación de las millonarias caletas de Roberto Vargas, alias Gavilán, segundo al mando y de quien era su hombre más cercano. Al igual que sus jefes era un sádico aberrado que abusó sexualmente de más de 50 niñas entre los 8 y 13 años de edad en la región de Urabá, práctica habitual de los comandantes, quienes someten a las menores a todo tipo de vejámenes. Si ellas o sus familias se niegan, simplemente los asesinan o, si tienen suerte, los obligan a salir desplazados de la zona.
Esos criminales comenzaron su ataque indiscriminado contra la Policía para vengar la muerte de ese capo depravado. No es la primera vez que los sucesores de Escobar acuden a esto. Durante la Semana Santa de 2013, Otoniel y Gavilán ordenaron una escalada nacional en respuesta a la muerte del tercero en la línea de mando de esa banda, el Negro Sarley, durante una operación policial. En esa oportunidad una docena de uniformados murieron por el llamado plan pistola. Un año antes, en enero de 2012, el grupo criminal ordenó un paro armado que obligó a cerrar decenas de establecimientos en tres departamentos de la costa. Era la represalia por la muerte, en otra acción de la Policía, de alias Giovanni, segundo del grupo y hermano de Otoniel.
Guerra frontal
Pero las autoridades también han respondido ante esta tercera gran ofensiva sicarial. En las últimas dos semanas dieron de baja en enfrentamientos a 12 asesinos del clan, y arrestaron a otros 165 en todo el país. Entre los capturados hay varios peces gordos, uno de los cuales reveló que, al igual que Escobar, los capos Otoniel y Gavilán tienen planes para escalar los ataques. De asesinar policías en las esquinas, a buscarlos en sus casas, esa banda de mafiosos ha concebido una tercera fase al intentar planear acciones de terrorismo puro, como los carros bomba.
El 12 de mayo la Policía arrestó en Apartadó a Luis Ortiz, conocido con el alias del Indio, un jefe urbano importante de ese grupo. En la audiencia de su captura se conocieron varios audios de interceptaciones entre este delincuente y sus jefes que encendieron aún más las alarmas. “Mano, hable para que den duro a algo grande, sea en Medellín o Bogotá, no importa que sea político o de los verdes de alto nivel, para que sientan que no estamos pintados”, dice en uno de sus apartes una comunicación que evidenciaría parte del plan terrorista.
Un par de días más tarde se conoció la existencia de un memorando de la Fiscalía. “Se mantiene en alerta a los funcionarios sobre posibles atentados en contra de las instalaciones de la Fiscalía General de la Nación, a la fecha se recibió información de la seccional de Medellín, sobre vehículos oficiales que fueron hurtados y se estima que pueden ser utilizados para ingresarlos a diferentes sedes, con material explosivo”, dice uno de los apartes del documento. Unas horas después, desde el búnker se emitió un comunicado para aclarar que el memorando era un documento interno en el que se exponían algunas hipótesis.
Sin embargo, sí era real que efectivamente uno de los socios del Clan del Golfo, un hombre llamado Juan Carlos Mesa, robó en la capital antioqueña varios vehículos oficiales. Conocido con el alias de Tom, por Mesa, la cabeza visible de la temida Oficina de Envigado, el gobierno de Estados Unidos ofrece 2 millones de dólares de recompensa. Esta es una de las estructuras delincuenciales del país que trabajan en una especie de outsourcing criminal para Otoniel y Gavilán. Los Pelusos, en Norte de Santander, la Empresa en Buenaventura o la Cordillera en el Eje Cafetero son algunas de las otras bandas subcontratadas.
Esto se debe en parte a que desde que se inició la Operación Agamenón hace tres años, para desarticular al clan y sus jefes, la fuerza militar y económica ha sido afectada seriamente. Cerca de 1.500 integrantes de la banda han sido arrestados y 60 han muerto en enfrentamientos. Les han incautado 100 toneladas de cocaína, destruido casi 100 laboratorios para procesamiento de droga y decomisado bienes y caletas con dinero en efectivo por 200 millones de dólares. “Agamenón es una operación integral para afectar toda la estructura criminal del Clan del Golfo con resultados contundentes, y eso se ha venido haciendo a lo largo de los últimos dos años”, dijo a SEMANA el director de la Dijín, general Jorge Luis Vargas Valencia.
La última de las acciones contra esa bacrim tuvo lugar el 24 de mayo cuando comandos de la Policía arrestaron cerca de Santafé de Ralito, Córdoba, a Ómar Noguera, alias el Boyaco, quien reemplazó al abatido Pablito como encargado del narcotráfico. Este hombre, solicitado en extradición por el envío de más de 30 toneladas de cocaína, se ufanaba de haber tumbado a dos agentes de la DEA, quienes, simulando ser narcos mexicanos, le pagaron 1 millón de dólares por un embarque de droga que nunca entregó. Ahora le espera una celda en Estados Unidos.
Otoniel y sus mafiosos han llamado a su banda Autodefensas Gaitanistas, en un esfuerzo por tratar de darle un tinte político a ese grupo narcotraficante y buscar un tratamiento acorde del gobierno. Argumentan que han combatido a la guerrilla. Y esto es relativamente cierto, especialmente en el Chocó, donde se han enfrentado con el ELN ante la mirada pasiva de las Fuerzas Militares. Pero la realidad es que esos choques han desplazado grandes cantidades de habitantes y se ha presentado la lucha de esos dos grupos por controlar las rutas de narcotráfico.
Con esta estrategia de retomar las tácticas narcoterroristas del cartel de Medellín, el Clan del Golfo, simplemente, deja en evidencia ante el mundo la verdadera esencia de lo que son: simples narcos criminales que con violencia aspiran a parecer un burdo remedo de Escobar. No obstante, olvidan que, como ocurrió con el capo paisa, es cuestión de tiempo para que el Estado se imponga y terminen en una tumba o tras las rejas.
Vía Semana