Quedó reseñado con el número 06855. Ya había perdido esa sonrisa insolente con la que se le vio durante las primeras horas tras su captura. Tenía los ojos rojos y en la mirada una carga de rabia y muerte; la cara fatigada y las líneas de expresión con la huella del sanguinario que no duda a la hora de ordenar un asesinato, una masacre o un secuestro. Es como si todos los fantasmas de los cadáveres que lleva en sus hombros flotaran en esa imagen.
A Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, a quien se le ha acuñado ser “el delincuente más peligroso de Colombia”, el “hombre más buscado del país”, el “narcotraficante más poderoso en el mundo” no le temblaba la voz a la hora de ordenar un crimen. Fue el macabro cerebro detrás del plan pistola para asesinar a decenas de uniformados, ofrecía hasta $2 millones por “cabeza”, lo que le valió la comparación con Pablo Escobar.
Alias Otoniel decretó paros armados que paralizaron poblaciones enteras y masacres a quienes se atrevieran a desafiar su status de orden. Un hombre con más de 120 procesos en su contra, 27 órdenes de captura, tres solicitudes de extradición y tres circulares de Interpol. Un criminal por el que se ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares en Estados Unidos y tres mil millones de pesos en Colombia. Pero nada, nada de eso se compara con el monstruo depredador de menores que llenó de terror a cientos de familias en el Urabá antioqueño. Un pedófilo de 50 años que tenía una mortuoria obsesión por niñas vírgenes entre los 12 y 14 años.
En lo que es una práctica más que aberrante, Otoniel mandaba a reclutar a las niñas. Dicen los oficiales encargados de hacer la inteligencia que mayores de 15 años ya eran “mayorcitas” y por encima de 18 “muy viejas” para el jefe del clan del golfo ¿Qué tipo de mujer se puede ver en una niña de 12 años que en esos municipios apenas estará terminando la primaria, todavía juega con muñecas y poco entiende de sexualidad? Ahora multipliquen eso por 10, 20 50 o 60 que aseguran los expedientes podían ser abusadas al mes por Otoniel y sus hombres.
Dicen que mandaba a “recoger” a las niñas de cada vereda o pueblo, y como si se tratara del “señor” en la época de la esclavitud, las exponía en una especie de feria y se daba el lujo de escoger. La condición, además de ser menores de 14 años era que fueran vírgenes. Las otras niñas que se creería correrían con algo de suerte al no ser “escogidas” para convertirse en objeto de la crápula, en realidad terminaban rotadas y atacadas sexualmente entre los otros hombres de la guardia de Otoniel, quienes lapidaban su cuerpo y su dignidad. Otoniel, quien es un hombre enfermo y que sin escrúpulos cree que la dignidad se puede comprar, ofrecía dádivas a cambio del silencio de sus víctimas. Lo hacía por supuesto mediado con el asedio de los fusiles. La amenaza de muerte, muchas veces logró disfrazarla con el ofrecimiento de regalos extravagantes, costosas joyas, motos o incluso tierras que regalaba a los padres de las menores.
Así que cuando se cuente a historia de Otoniel, no solo se debe hablar del hombre sanguinario, el capo más buscado, el del plan pistola, las masacres y los paros armados; su prontuario delictivo tiene que empezar reseñándolo como abusador y violador de niñas, la cabeza de una red de trata de personas y el monstruo del Urabá.
Fuente: El monstruo de Urabá (larepublica.co)
Por: Maritza Aristizabal Quintero ( https://twitter.com/Maryaristizabal?s=20 )