Técnicamente fue la primera vez que fui infiel, aunque no estaba casado, pero por ese entonces mi relación con mi novia ya era de casi casi vivir juntos.
Yo en ese tiempo juraba y perjuraba que no había necesidad de serle infiel a la mujer que amas, simplemente por eso: porque cuando amas no necesitas nada más de lo que ya tienes con esa persona. sin embargo, me faltaba conocer de otro factor: el mero deseo carnal.
Repito, yo era un hombre felizmente enamorado de la mujer con la que me casaría en el siguiente año. Sin embargo, en una fiesta de ex compañeros de la escuela, volví a ver a Claudia, una amiga con la que me unía un sinnúmero de aventuras juveniles de nuestra época de prepa.
En honor a la verdad Claudia es una mujer muy guapa, y en algún tiempo se rumoró en la escuela que era una mujer de cascos ligeros, lo cual yo nunca tuve ocasión de comprobar pues mi amistad era mucho mayor que cualquier ansiedad que en ese tiempo pudiera sentir. Sin embargo en esa fiesta las cosas fueron muy distintas: mire a Claudia como nunca antes la había visto: como una mujer llena de sensualidad, con un deseo carnal que ella notó desde el primer momento, y… empezó ella a jugar con esa carta, y yo aun sabiendo lo peligroso que era el juego acepté el reto.
Sobra decir que al termino de la fiesta (que incluso nosotros acabamos intencionalmente antes de tiempo), nos fuimos derechito a su casa y en la misma cama que compartía con su esposo en aquel tiempo, hicimos el amor (o mas bien, tuvimos sexo) de la manera mas desenfrenada y lúdica que se puedan imaginar. No solamente se trataba de tener relaciones: sabíamos que sería la primera y única vez que estaríamos juntos, así que sin mediar palabra hicimos todo lo que pudimos hacer el resto de la noche, cosas que incluso con mi pareja nunca antes había hecho.
Disfruté de cada centímetro de su piel, incluso para sorpresa mía me vi envuelto en deseos que nunca antes había sentido! mire sus lindos pies como nunca antes había visto los de nadie. Disfrute olores, sabores, formas, texturas… todo en su conjunto fue una experiencia realmente gratificante. No dormimos, o más bien, nos quedamos dormidos ya bastante tarde, a tan solo media hora de la hora en que debíamos levantarnos para continuar con nuestra monótona rutina laboral…. y al despedirnos, sabíamos que habíamos pasado por una experiencia que nunca mas se habría de repetir.
Nuestro beso de despedida fue apasionado, pero al mismo tiempo cortés, pues no duró mas de lo necesario y al terminar lo clonamos con un beso en la mejilla como cualquier otro que nos dábamos al saludarnos o despedirnos de manera cotidiana.
Han pasado mas de 13 años, he sido infiel muchas veces mas, no sólo con la que fue mi primera esposa, sino con la siguiente, y sin embargo, sigo recordando esa «primera vez» de ser infiel, como cuando hicimos el amor «la primera vez» con mi novia de la secundaria.