Los colombianos no somos brutos ni tontos, aunque así parezca. Sólo somos ignorantes. No sabemos (casi) nada. Ignoramos (casi) todo. No sabemos qué es un virus. No sabemos qué es el COVID-19 ni cómo se propaga ni cómo se controla. Somos analfabetos funcionales y, lo peor, nos sentimos orgullosos de nuestra ignorancia supina.
Entre nosotros, la creencia vale más que la ciencia.“La fuerza con que se atraen dos objetos es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”. “¿Esa vaina qué es?”, nos encogemos de hombros. Es la ley de la gravitación universal, enunciada por Isaac Newton, en 1687. “Uff, qué cosa tan complicada”. Explica por qué las cosas se caen. “A mí no me parece”, proclamamos con insolencia.
“La energía de un cuerpo en reposo (E) es igual a su masa (m) multiplicada por la velocidad de la luz (c) al cuadrado E = mc²”. “Oigan a este”, mascullamos. Es la ecuación de Albert Einstein. “Uy, no, qué enredo”. Él la formuló en 1946 y, en palabras al alcance de cuanto borrego hay o habrá en este país de cafres, la explicó así: “La energía contenida en la masa de una uva pasa podría satisfacer casi todas las necesidades energéticas de la ciudad de Nueva York durante un día entero”. “Ah, yo no creo en esa bobada”, exclamamos con desprecio.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el COVID-19 es una pandemia global. “Yo tengo muchos amigos médicos, epidemiólogos, ginecólogos o virólogos, y sostienen que el tal coronavirus es una simple gripa”, afirmamos, no sin altanería. La OMS es una organización de las Naciones Unidas, con 194 países miembros, y entiende la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. “Yo no creo: lo del coronavirus es un vil montaje mediático”, decimos sin razón. “No es sino una gripita y se cura tomando aguapanela con limón y jengibre, ibuprofeno y vitamina C”.
Somos ignorantes: es la pura verdad, la neta, como dicen (o decían) los parceros en el valle de Aburrá. No confiamos en las ciencias, pero tenemos fe en la Virgen de Chiquinquirá o en la Virgen de los sicarios, en Sabaneta, Antioquia, según sea el caso, superar una epidemia o quebrar a la gorsovia esa. Nos ponen en cuarentena y salimos de puente a Anapoima o Sopetrán. El virus nos llega desde Europa y dejamos abiertos los aeropuertos. “Eso no pasa nada”, generalizamos con un clásico colombianismo de m… Pueden morir miles de personas. “Oh, lo que tiene que pasar pasa”, nos saboreamos. Le tenemos pavor al conocimiento. Nos sentimos cómodos y seguros en la nata del oscurantismo. Fulanos como Trump o Bolsonaro son nuestros héroes. Su ineptitud, como la nuestra, es hedionda.
Ya anticipé: lo más grotesco es que nos gusta vivir en el atraso. Somos rebeldes, porfiados y tenaces en mantener nuestros errores. Es decir, somos contumaces: nos gusta o fascina ser burdos. Dicen que la ignorancia es atrevida. A mí me parece una vergüenza. Por eso intento escapar del corral de los pobres de espíritu. Pero tengo rabo de paja: yo también soy colombiano. Y ahí les quedo, como se dice en Twitter…
Rabito: “Si un hombre no puede alimentar a sus hijos, es necesario entonces que mueran de hambre”. Robert Malthus. Primer ensayo sobre la población (en tanto que influye sobre el progreso futuro de la sociedad, con comentarios sobre las teorías del Sr. Godwin, del Sr. Condorcet y de otros autores). 1798, 1803.
Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/los-colombianos-somos-ignorantes-supinos-columna-911673/