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¿Por qué le rindieron tributo a alias Inglaterra en Carepa?

“¿De qué se queja el Estado cuando idolatran a estas personas? No tienen autoridad moral para señalar a nadie”. Quien critica al establecimiento por rasgarse las vestiduras ante el reciente homenaje a alias Inglaterra es un docente que vive en Carepa, el pueblo natal del número dos del ‘clan del Golfo’. Tampoco le gustó la fanfarria en torno a su entierro, pero no pretende tapar el sol con un dedo.

“Cuando pasan estos asuntos, ahí sí viene la crítica, nos tachan de ignorantes. ¿Por qué no hay una visión amplia de lo que ocurre? Si a mí alguien me mitiga el hambre, me colabora para ir al médico, me soluciona problemas que corresponden al Estado y no se mete conmigo, voy a sentir respeto por esa persona”, apostilla.

Hace dos años fui hasta el lugar donde se precipitó un helicóptero de la Policía y murieron sus dieciséis ocupantes, en zona rural de Piedras Blancas, corregimiento de Carepa. Comprobé que alias Inglaterra, el objetivo de esa fuerza policial pero un completo desconocido para la mayoría del país, era un capo mafioso respetado y apreciado por los lugareños. “Aquí lo cuidamos y protegemos”, me dijo entonces un nativo. Hasta su muerte siguieron pensando del mismo modo.

Meses atrás, ‘Inglaterra’ se había trasladado a Norte de Santander, cerca de la frontera venezolana, para reforzar la presencia del ‘clan del Golfo’ en una ruta vital para el narcotráfico. El pasado 23 de noviembre, un comando Jungla de la Policía le dio de baja siguiendo la pista de un oso de peluche de tamaño natural que el capo mandó hacer para el cumpleaños de la novia de entonces.

De 37 años de edad, Luis Orlando Padierna, a quien todos conocen como ‘Inglaterra’, nació en el seno de una familia muy pobre. Tuvo cinco hijos reconocidos, de igual número de mujeres. Y, pese a su abultado prontuario y a sus innumerables crímenes, la llegada de sus restos mortales a su tierra natal, los velorios y su posterior sepelio –sucedidos entre el 25 y el 28 de noviembre– se convirtieron en acontecimientos multitudinarios.

“Vea por qué lo queríamos”, me explicaba la semana pasada un campesino de Piedras Blancas, donde velaron por unas horas el cadáver antes del entierro en Carepa. “Este año se dañó el acueducto, y pedimos a la alcaldía una retroexcavadora para la reparación. Nos dijeron que estaba dañada y que no tenían los 5 millones que cuesta arreglarla. Nos tocó recoger entre los del corregimiento dos millones para el material y trabajar nosotros mismos a pala. ‘Inglaterra’ ya no estaba, se fue a Norte de Santander; si no, nos ayuda como la vez anterior, que también se dañó y nos mandó la maquinaria”.

Otro vecino agregó que “en las fiestas de la madre mataba tres y cuatro vacas para todo el pueblo y en Navidad llegaba con iluminación y regalos. Les daba a los niños útiles escolares, ayudaba a mucha gente. Siempre lo cuidamos porque era un padrino; donde no llega el gobierno llegaba él”.

Piedras Blancas se encuentra a escasa media hora de Carepa por una trocha. Solo está aplanado el primer tramo de la vía, el que utilizan los camiones de una empresa que saca arena del río. El resto es un barrial de difícil tránsito en invierno. No es la única carencia.

En el centro de salud el médico atiende de 8 a 12 y rara vez hay fondos para las remisiones al hospital de Apartadó o Medellín. Era ‘Inglaterra’ quien solía poner el dinero. “A más de uno le quitó el hambre; pagaba hospitalizaciones, pagaba cajones, siempre ayudaba”, recuerda un campesino.

El capo mafioso y su tropa del ‘clan del Golfo’ (también conocidos como Autodefensas Gaitanistas de Colombia –AGC) suponían un freno efectivo a la delincuencia común, tanto en dicho corregimiento como otras localidades aledañas.

“Antes de que él fuera jefe, en noviembre era cuando más mataban en Carepa en limpieza social (matanzas que suelen realizar los grupos armados para eliminar la delincuencia común). Morían muchos ladrones y viciosos. Pero ‘Inglaterra’ no permitía que mataran tanto, un par de personas y ya. No le gustaban los ladrones, pero les daba la oportunidad de irse del pueblo”, afirma un comerciante. “Ellos (‘clan del Golfo’) son los que protegen al pueblo, aquí no confiamos en la policía”, comenta una señora y corroboran otros pobladores.

Varios entrevistados también destacaron que en lo relativo a extorsiones, el fallecido jefe de la banda criminal actuaba con guante de seda en los pueblos y veredas donde se crió. “No cobraba vacunas a todo el mundo, dejaba trabajar”, asegura un ganadero de Carepa.

“Aquí hubo unos comandantes que la gente no los quería; eran abusivos con las vacunas, iban matando a quien no pagaba y no dejaban trabajar a comerciantes, ganaderos, transportistas. Pero ‘Inglaterra’ no era sanguinario, al que no cumplía con el pago le decía: “Mire a ver cómo nos puede apoyar”. Y a los suyos les ordenaba: “No me lo maten”. No quería que mataran gente de su pueblo. No era un ángel, pero era diferente a otros jefes ‘paracos’ ”.

Humillante

Entre la multitud que despidió a ‘Inglaterra’, era ostensible que la mayoría pertenecían a los estratos más bajos. Buena parte de los que entrevisté habían recibido ayudas directas del capo.

“Era muy humilde. Lo queremos mucho porque ningún alcalde hizo lo que este señor. Nunca se olvidó del pobre, nos ayudó demasiado”, dijo Sandra, una mujer de la vereda El Silencio. “Aquí a nadie nos obligó a venir, de corazón vinimos a acompañar a una persona que vio por el pueblo”, agregó un joven que aguardaba en la calle a que pasara el féretro.

Una anciana afrocolombiana fue una de sus beneficiarias. Estallaba en llanto cada vez que resonaba a todo volumen uno de los tres corridos que alias Ratón, hoy día preso, compuso para exaltar a su patrón. “Era como uno de mi familia, muy servicial conmigo, querendón, cariñoso. Me estimaba a pesar de que soy del color que soy”, alcanzaba a decir la señora entre sollozos. “Me colaboraba; es una pérdida muy grande”.

La novia de alias ‘Inglaterra’, de 21 años, caminaba cogida de la mano de su madre. “¿Cómo puede vivir con un narco perseguido por la justicia?”, pregunté a la puerta de la funeraria Los Laureles, de Carepa, abarrotada de familiares, amigos y admiradores del difunto el día de su sepelio.

“Yo solo veía el buen hombre que es, su corazón. Estaba enamorada”, afirmó, reacia a continuar la entrevista”.

“¿Y cómo se te ocurre pedirle un oso de peluche de tamaño natural, si podía ser una pista para cazarlo?”, quise saber. Me dedicó una sonrisa traviesa como única respuesta. “Prefiero no hablar, no quiero tener más problemas. Solo digo que él no se enfrentó con la policía; alzó las manos para entregarse, y le dispararon”.

Me dirigí a su madre, una mujer que ronda los cuarenta: “¿No le preocupaba a usted que su hija saliera con un mafioso? ¿No la regañaba por eso?”, inquirí.

“Es el amor. Yo no puedo luchar contra el amor, y ella estaba muy enamorada”, precisó.

Encontré después a la viuda de ‘Inglaterra’, vestida de riguroso blanco, el color de la muerte en la costa Caribe. Las gafas oscuras disimulaban los ojos hinchados. Diana Herrera lloró a su marido de muchos años, el hombre que compartió con incontables novias, unas más fugaces que otras.

“Nos conocimos cuando aún no estaba en eso; estábamos juntos desde los 16 años, y tengo 32. Una vez se casó con otra con un cura falso, hizo su show. Duró dos meses y volvió. Otra vez se me perdió seis meses. Pero él siempre me decía: “Mi primer amor, mi primera mujer es la guerra; la segunda, vos”, rememoró. “Para mí, él no era narco, era paramilitar, era hombre de guerra; ellos tienen que controlarlo todo”.

Tanto Diana Herrera como allegados del capo aseguraron que ‘Inglaterra’ confiaba en la negociación con el Gobierno que anunció Otoniel Úsuga, el jefe máximo del cartel.

“Siempre tuvo la fe de la entrega, esperaba ese momento. La familia también tenía esa esperanza, nosotros no alcanzamos. Reconozco que era un bandido; con otro trabajo nos hubiésemos ahorrado tanto sufrimiento toda la vida”, me dijo una de sus hermanas. “Me duele el ser humano, y no he conocido a nadie que este pueblo amara tanto”, añadió compungida.

“El Gobierno los mira a ellos como delincuentes y no a las Farc, que reclutaban niños. ‘Inglaterra’ enfrentó a la guerrilla del quinto frente, que nos tenía azotados; aquí no se podía trabajar”, comenta José Padierna, comerciante de Carepa y pariente del fallecido capo.

Más de uno alegó que el Gobierno no puede recriminarles nada porque no reviró cuando homenajearon al ‘Mono Jojoy’. Y para algunos, ‘Inglaterra’ era el ‘Jojoy’ del ‘clan del Golfo’ por su carácter guerrerista.

Un habitante de la localidad antioqueña, que supera los 60.000 habitantes y depende económicamente en buena medida del banano y la ganadería, estima que el espectáculo que giró en torno a la muerte del exparamilitar reconvertido en narco “fue humillante para Carepa.

Es cierto que hay gente que lo apreciaba porque su familia es de acá y es muy conocida, pero Carepa es muy grande y, por ejemplo, mi gente no estaba allí, no es verdad que fuese todo el pueblo al sepelio”, protestó un líder social que prefiere el anonimato porque la banda criminal sigue en la localidad y repudiarlos puede suponer la muerte. “El ‘clan del Golfo’ quiso dar la imagen de que la gente los apoya y el Estado los ataca, y eso no es así”.

Considera preocupante el mensaje que todo lo sucedido envía a los jóvenes de Carepa, donde muchos ven en el narcotráfico una salida atractiva. “Los pelaos no ven si murió a los 37 años, si muchos están presos. Es el aquí, y el ahora hay que gozarlo. Al mirar el funeral piensan ‘qué maravilla ser ‘Inglaterra’; que le hagan a uno semejante homenaje, con tiros, música, trago y mucha gente’ ”.

Un miembro del clan que trabajó de la mano del mafioso muerto refuta ese tipo de críticas. “No deberían meterse con esta gente pobre”, opina. “No es culpa suya si querían a ‘Inglaterra’ sino del Estado, que no se ocupa del pobre”.

Al otro lado

Lejos de allá, en otro extremo del golfo de Urabá, en Acandí, Chocó, donde el ‘clan del Golfo’ es fuerte por ser una de las puertas de entrada al tapón del Darién, la desaparición de ‘Inglaterra’ dejó indiferentes a sus habitantes.

“Los jefes de ese grupo aquí siempre vienen de afuera, del Urabá antioqueño, de donde era ‘Inglaterra’. Hay unos peores que otros, más o menos abusivos, pero nunca se ha venerado a ninguno. La tropa es de la región, del Urabá chocoano”, asevera un nativo de Acandí, municipio a orillas del Caribe. “Aquí ellos no le colaboran a la gente, no ayudan igual que allá. Solo en diciembre dan para los regalos de los niños. Pero no los entregan, los mandan con alguien. Están en su cuento, en el narco…”.

Fuente: http://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/por-que-le-rindieron-tributo-a-alias-inglaterra-158766

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