La contaminación de las aguas del río Volcán no solo está afectando la calidad de vida, sino también el funcionamiento del colegio José Manuel Restrepo, que ha suspendido clases.
Desde hace más de dos décadas el río Volcán dejó de ser un atractivo ecoturístico para propios y extraños en Arboletes. A pesar de que se trata de uno de los principales afluentes de este municipio del Urabá antioqueño, ya solo quedan recuerdos de sus aguas cristalinas y de la fauna que en él habitaba, ya que ahora tiene un color verdoso y un insoportable olor emanado por las aguas residuales.
Dairo Martínez, líder comunitario local, recuerda con nostalgia que este río que atraviesa a Arboletes por su zona céntrica fue epicentro para las reuniones de amigos, ya que en él se podía hasta nadar, pero la contaminación que generan las aguas residuales que en le vierten a diario lo convirtieron de un paraíso natural en un vertedero de aguas negras. “Ahora no me metería ahí ni loco, el nivel de contaminación del río Volcán es preocupante”, advirtió.
Además de ahuyentar a los visitantes y a la fauna local, esta problemática de deterioro ambiental está provocando afectaciones en la calidad de vida y en la salud de quienes habitan y desarrollan actividades a lo largo del cauce de este afluente. El considerado caso más grave es de la Institución Educativa José Manuel Restrepo, en donde se forman 1.600 estudiantes de primaria, secundaria y jornada sabatina.
La rectora de la institución, Daniris Lucía Obregón, le aseguró a EL COLOMBIANO que especialmente en la temporada de verano los olores de este río suelen afectar la salud de la comunidad educativa e incluso se vulnera el derecho a la educación de los alumnos, ya que en ocasiones esta problemática obliga a mandar a los menores de edad de regreso a sus hogares.
“En el verano el río levanta fuertes olores y cuando abren la desembocadura hacia el mar, los gases que se emanan generan malestar en los estudiantes. A veces les dan vómitos y mareos, y si la situación es muy grave, tenemos que desescolarizar a toda la jornada para que esto no afecte la salud de nuestros estudiantes”, expuso Obregón.
Acostumbrados a malos olores
Pese a la contaminación, a orillas del río Volcán viven decenas de personas a quienes se les hicieron habituales los malos olores. Una de ellas es María Emperatriz Navarro, quien asegura que ha recibido en su casa a expertos de Medellín, pero no han logrado darle una solución definitiva a esta problemática ambiental.
“Por aquí abundan los niños y los adultos mayores, y a todos los vecinos nos toca convivir con esos malos olores día y noche. Antes uno podía saltar al río desde el puente, y sus aguas eran tan claras que se veían los peces, pero desde que pusieron ese alcantarillado hacia acá, se murió el río Volcán”, planteó Navarro.