No hay punto de comparación entre la rusticidad y precariedad de las viviendas de la comunidad indígena La Coquera, de Apartadó, con el nuevo colegio que acaba de construirse para este grupo étnico, en una alianza entre la Gerencia Indígena de la Gobernación y la Alcaldía local, que aportaron los recursos para hacer realidad este centro educativo, que acaba de ser puesto al servicio.
Como ocurre en muchos resguardos, donde las clases a los niños se dictan en carpas, sentados en el piso o sobre piedras y muchas veces prácticamente a la intemperie, La Coquera no era la excepción.
Esta comunidad, ubicada a más de dos horas y media de la zona urbana del corregimiento El Reposo, habita en estrechos ranchos de madera y latas, casi al descubierto, y así recibían las clases los niños, en un improvisado tambo que terminó por derruirse y convertirse en un peligro para los infantes.
Tanta precariedad motivó a Eliécer Arteaga, alcalde apartadoseño, y a la gerente Indígena, Llanedt Martínez Ruiz, a construir un colegio en material, con aulas cómodas y espacios dignos para la educación. La Alcaldía aportó $131 millones y la Gerencia Indígena $64, y en la construcción participó la comunidad, con apoyo de la Brigada XVII del Ejército, que opera en Urabá.
El centro educativo tiene dos aulas, sala de sistemas, restaurante, batería sanitaria y un adecuado cerramiento que impedirá que las inclemencias del tiempo afecten la actividad educativa. Se beneficiarán 60 niños y jóvenes de la etnia Emberá Eyabida, que es la que habita en La Coquera, y 30 adultos mayores iletrados.
“Esta infraestructura servirá para que reciban clases en condiciones dignas, como debe ser para todos los niños”, expresó la gerente Indígena. La Eyabida es una comunidad desplazada de Uramita, con carencias de vivienda, agua potable y otros servicios, que nunca había sido atendida por entes oficiales, tal como lo denunció su gobernador Leonel Jumí Domicó: “Nosotros salimos del territorio hace 18 años, éramos 11 familias y 52 personas, y no teníamos ni con qué alimentarnos, y desde esa época gestionamos el colegio y ningún alcalde siquiera nos visitó”, dijo el líder indígena, que siente que tener este colegio es el primer paso para que su comunidad alcance mejores niveles de vida.
El alcalde que les hizo el milagro, Eliécer Arteaga, señaló que tras su primera visita a esta comunidad quedó conmovido con las condiciones inhumanas en las que viven: “los niños estudiaban en una casa muy vieja, un tambo que se cayó y un niño sufrió fracturas, por eso este colegio tendrá un impacto social muy importante, porque al menos, les organizamos una escuela”, comentó el mandatario.
Aún falta dotación, pero se sigue haciendo gestión para que otros entes se vinculen a esta causa, que hace justicia con la comunidad indígena.