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En la selva del Darién los migrantes son violados y extorsionados. Esta es su historia

La selva del Darién, ubicada entre la frontera entre Colombia y Panamá, es vista por migrantes de Sudamérica como la prueba de fuego antes de continuar a Centroamérica en su tránsito hacia Estados Unidos. Pero sus proyecciones se quedan cortas cuando están ahí y afrontan condiciones inclementes.

Ahí los sueños se pueden volver una pesadilla. Ese fue el caso de Rosmary González, una venezolana que inició el arriesgado viaje en familia. Una vez en la selva del Darién, intentaron cruzar un río y la corriente se llevó a su esposo, a su hijo de cuatro años y a un sobrino de seis. No los pudieron rescatar con vida.

Han pasado 10 meses desde la tragedia de González y ni las autoridades ni las historias de la selva han logrado disuadir a los migrantes de hacer el viaje, que puede durar de siete a 15 días.

En el lugar, también conocido como Tapón del Darién, los caminantes atraviesan 575 mil hectáreas de selva virgen que sirve de hogar para una gran diversidad de especies de animales, algunos peligrosos como culebras y jaguares. La frondosidad de los árboles es lo único que cubre a los migrantes de las frecuentes lluvias, que convierten al piso en un terreno pantanoso.

En la región, considerada la más intransitable de América Latina, han pasado miles de personas. En el año 2021, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) calculó que aproximadamente 133 mil migrantes la atravesaron. La mayoría de ellos eran haitianos.

En 2022 las cosas han cambiado, aunque no para mejor. El Servicio Nacional de Migración de Panamá contabiliza hasta la fecha 48 mil 430 personas que han ingresado a ese país a través de la selva del Darién, el 58% de ellos son venezolanos y apenas el 7% son haitianos.

La familia que se fue con el río

Rosmary González, de 45 años, vivía en la región central de Venezuela hasta que emigró junto con su esposo y cuatro hijos. Buscaba una vida mejor a la que tenía en su país, sumido en crisis política, social y económica.

La familia se preparó para salir en un grupo de 26 personas, todos familiares y amigos; su destino era claro: Estados Unidos. Al llegar a la entrada de la selva del Darién, ninguno de ellos se imaginó dónde se estaban metiendo.

Partieron en un viaje de dos horas en lancha desde el municipio Necoclí, para luego cruzar el Golfo de Urabá y llegar al municipio de Capurganá, perteneciente al departamento (estado) colombiano de Chocó; fronterizo con la provincia del Darién en Panamá.

Al tercer día de recorrido a González le robaron el pasaporte con la poca comida que le quedaba, a pesar de pagar 80 mil pesos colombianos ($23 aproximadamente) para tener un guía que los llevara.

Siete días después murieron tres personas. “Nos arrastró el río, a mí me salvó un haitiano. Perdí a mi esposo, a mi bebé de cuatro años y a un sobrino de seis años”, contó Rosmary a El Tiempo Latino. Luego de una pausa para tomar fuerzas, dijo que para ella la peor pesadilla que pudo haber vivido fue pasar por la selva.

“Son ya 10 meses y para mí no es fácil. A mí me parece todo esto una mentira. Pasar por la selva del Darién es lo peor que hay”, expresó.

Actualmente González está radicada en Panamá junto con sus tres hijos de 23, 17 y 7 años de edad; y con su nieta de un año y medio.

Sobrelleva el dolor refugiándose en la fe, pues considera que el haber salido de la selva después de la travesía “es un milagro de Dios, porque no es fácil”. Aun siendo hipertensa logró soportar la caminata y sobrevivir “por la misericordia de Dios”.

Narró que el grupo se dispersó luego de llegar a Panamá. Su hermano, quién también perdió a un hijo de seis años, se quedó en Costa Rica mientras que otros decidieron avanzar hacia Estados Unidos.

Además de perder a parte de su familia en el Darién, González también se quedó indocumentada. Hasta el momento no ha recibido ningún apoyo, ni de Venezuela ni de Panamá.

La mayoría son venezolanos

Para el periodista venezolano Roberto Bermúdez, SEO de Chamos Noticias Panamá, y quien se ha dedicado desde 2021 a investigar sobre la migración a través del Darién, esta ruta es “el infierno de los migrantes”.

Bermúdez explicó a El Tiempo Latino que los migrantes se ven motivados a emprender el viaje rumbo a EEUU debido a lo difícil que es vivir en sus países de origen pero también en otras naciones a donde llegan.

En la actualidad, la mayoría de las personas que buscan llegar a EEUU a través de la selva del Darién son venezolanos. Para ellos tramitar un documento como el pasaporte es engorroso y caro, destacó el periodista. A muchos “la desesperación no los deja esperar” e inician el viaje.

Sin embargo, incluso con el pasaporte los países de Centroamérica piden visa a los venezolanos.

Bermúdez calculó que, para hacer el trayecto, cada persona debe llevar mínimo $1 mil desde Necoclí hasta Panamá. Sin embargo, advirtió sobre robos, estafas y extorsiones. Hay delincuentes que exigen dinero para no matar o abusar de los migrantes.

Los caminantes también se exponen a naufragar y a ser atacados por alguno de los siete grupos irregulares que operan en la selva, entre ellos las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), dos de las guerrillas más grandes de Colombia.

El sueño convertido en pesadilla

Dialbis Barrero, de 35 años y originario de Cuba, tenía claro su objetivo: brindarle a su familia una vida mejor en EEUU. Salió de su tierra natal rumbo a Guyana Británica y de ahí a Brasil, donde vivió tres años.

Barrero, mientras se recuperaba de una operación en el pie, tomó sus muletas y todo lo que tenía para encaminarse a EEUU a través de la ruta del Darién, junto con su esposa y su pequeña hija de ocho meses.

Antes de atravesar el Darién, el hombre planeaba viajar en lancha hasta Panamá. Pero no pudo debido a un bloqueo de la ruta, luego del asesinato de una persona por parte de los narcos. “Entonces tomamos la decisión de pasar la selva”, aseguró.

Su travesía duró nueve días, pero además del clima inestable y del piso fangoso, recuerda el olor a carne descompuesta que percibió al pasar por los lugares donde había cadáveres de personas que no lograron salir de la selva.

“Al tercer día de caminar, los guías de Colombia dijeron que hasta ahí llegaban ellos y que no podían seguir acompañándonos; y tuvimos que seguir solos en el grupo. Al instante que nos dejaron ellos, no caminamos ni una hora y ya estaban los asaltantes. Violaron solamente a cuatro mujeres en el grupo en el que yo iba, a las otras no las tocaron. De allí salimos y seguimos caminando solos, sin guía hasta llegar al campamento militar de Panamá donde nos rescataron y nos llevaron al pueblo de indios Bajo Chiquito (primera comunidad habitada por indígenas en Panamá)”, contó a El Tiempo Latino.

Una de sus experiencias más traumáticas en el recorrido fue haber presenciado la violación grupal a una niña haitiana, de alrededor de 12 años, que viajaba en otro grupo. Luego de lo vivido, la pequeña subió a lo más alto de un barranco y se lanzó al vacío. Murió.

La vista en el sueño americano

En la remota comunidad de Bajo Chiquito, punto de encuentro para miles de migrantes de todas partes del mundo, el grupo sobreviviente recibió atención médica y durmió en tiendas de campaña por la gran cantidad de personas que había.

Al día siguiente, la familia de Barrero decidió continuar el viaje que ahora le llevaría dos semanas hasta México. Tuvieron que pagar $25 por persona para ser trasladados en canoa por un río durante ocho horas, hasta llegar a otro campamento en horas de la noche.

“(Luego) nos montaron en unos camiones y nos llevaron a otro campamento, pero más adentro de la ciudad. En ese campamento estuvimos dos días, pagamos $40 por cada uno y nos montaron en unos buses hasta otro campamento en El David (ubicado en la provincia panameña de Chiriqui)”, donde los migrantes podían decidir si querían quedarse o continuar.

Barrero y su familia decidieron seguir hasta Costa Rica, donde alquilaron un lugar para pasar la noche y al día siguiente seguir a la frontera de ese país con Nicaragua; estando ahí tomaron un autobús que los llevó a la línea divisoria con Honduras, y luego a Guatemala.

“Cuando llegamos al río de la frontera de México con Guatemala, mi esposa, mi hija y yo nos entregamos a las autoridades mexicanas, quienes nos llevaron a un refugio y nos dieron apoyo. De allí decidimos irnos y rentamos un apartamento donde estuvimos tres meses esperando a que nos aprobaran la solicitud de asilo en México”, narró.

“Luego de estar legales en México, recorrimos 72 horas en autobús para llegar a la frontera de México con Estados Unidos, en la ciudad Acuña” (en el estado de Coahuila, que limita con Texas a través del río Bravo).

Luego de pasar el temido río Bravo, la familia se entregó a las autoridades estadounidenses: “Los militares americanos nos preguntaron de dónde éramos, le dijimos que de Cuba. Nos dejaron pasar y nos fuimos hacia el puente (internacional Del Río) donde había muchas personas; tuvimos que dormir ahí. Al día siguiente vinieron en guaguas, en carros y nos llevaron a unos refugios, allí nos dieron comida, nos tiraron fotos, nos tomaron las huellas. Luego de estar siete horas en ese lugar nos llevaron en bus y luego a una gasolinera en Texas, nos dieron los documentos y nos dejaron libres”.

Ahora Dialbis Barrero y su familia son asilados políticos y viven en Miami a la espera de que la Corte cambie su estatus migratorio a residenciado. Él trabaja legalmente como Uber.

Habla un “guía”

Una fuente que pidió no ser identificada relató su experiencia guiando a los migrantes a través del Darién. Detalló que, para no correr peligros, las personas deben pagar un promedio de $4 mil.

Reveló que la decisión de dejarlos a la mitad del camino se debe a que los migrantes no entregan completo el dinero que se les pide inicialmente. Además, aseguró que la tarifa solicitada es para pagarle a los grupos irregulares que se encuentren en el camino.

De esta forma, que es costosa, promete a los migrantes que llegarán sanos y salvos a México, donde deben entregarse a las autoridades a fin de recibir un permiso para estar de forma legal en ese país.

La frontera México-EEUU hoy

Actualmente los migrantes que buscan ingresar a EEUU para refugiarse deben hacer frente a políticas migratorias aplicadas durante la administración de Donald Trump, entre ellas el Título 42 y Remain in Mexico (Quédate en México).

Aunque el gobierno de Joe Biden prometió mejorar la situación migratoria, sigue igual. El pasado 30 de junio, la Corte Suprema de EEUU habilitó al presidente para poner fin al Remain in Mexico, pero un mes después del fallo solo había silencio.

El 8 de agosto, el Departamento de Seguridad Nacional anunció que se prepara para poner fin “de manera rápida y ordenada” a Remain in Mexico.

Acciones insuficientes

En octubre de 2021, un grupo de altos funcionarios estadounidenses recorrieron la selva del Darién, patrimonio de la humanidad desde 1981 y al mismo tiempo cementerio de un incontable número de migrantes que allí se quedaron.

La delegación estadounidense resaltó que el Departamento de Estado proporcionó hasta esa fecha más de 15 millones de dólares en programas humanitarios de seguridad fronteriza en Panamá. Por su parte, el gobierno del país centroamericano provee a los migrantes albergue, alimentación y asistencia médica.

Aunque los países han buscado formas de apoyar a los migrantes, estas “no son suficientes para abordar la migración” a través del Darién, afirmó La organización humanitaria independiente Refugees International, encargada de brindar apoyo a personas desplazadas, en un reporte con fecha del 19 de julio.

“Los países de la región, incluyendo a los Estados Unidos, asimismo deben acabar con políticas problemáticas como los regímenes de visado y las restricciones al asilo”.

Los gobiernos de Colombia y Panamá abordan en conjunto una alternativa a la migración por la selva. Para agosto tenían previsto revelar su estrategia, hasta ahora pendiente.

Fuente: https://eltiempolatino.com/2022/08/29/inmigracion/en-la-selva-del-darien-matan-violan-y-extorsionan-los-migrantes-cuentan-su-historia/

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