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Conozca la historia de las monjas que reparten alimentos a migrantes en Necoclí

Un grupo de religiosas de Necoclí sirven 200 platos calientes, todos los días, para los migrantes que quedaron varados sobre esas playas del Urabá antioqueño.

La travesía de los migrantes que se atreven a cruzar el Tapón del Darién, una espesa selva de 5.000 kilómetros cuadrados compartida entre Colombia y Panamá, es una historia de supervivencia que se repite día a día. En los primeros dos meses de este año, el Servicio Nacional de Migración de Panamá reportó que lograron cruzar 31.000 migrantes por el Darién desde el lado colombiano.

Las causas son diversas y complejas, pero se pueden resumir en una idea: huyen del hambre y la violencia en sus países de origen, y solo la llegada a Norteamérica, dicen ellos, les garantiza un trabajo estable y el bocado de comida para sus familias.

El camino comienza en Necoclí, una pequeña población en la costa caribeña de Antioquia, donde los migrantes descansan antes de continuar hacia el norte. Allí, muchos de ellos se encuentran en una situación precaria, sin recursos suficientes para continuar su viaje.
Juan Pablo Mojica es uno de los migrantes que ha llegado a Necoclí en busca de una oportunidad.

Después de recorrer 515 kilómetros desde Medellín, ha intentado trabajar con los pescadores, en la descarga de camiones, en el aseo de restaurantes o en cualquier oficio que le permita completar el dinero necesario para seguir su camino. Pero la realidad es dura: a menudo tiene que elegir entre cortarse el bigote con una cuchilla de afeitar o comprar comida para él y su familia.

La llegada a Necoclí es solo una de las estaciones del viacrucis migratorio. Sobre las playas están asentados haitianos, venezolanos, ecuatorianos, colombianos chinos y africanos, que comparten un mismo sueño: llegar al norte. Su estadía termina el día que recogen los 300.000 pesos que vale cada tiquete de lancha para ir hasta Capurganá o Acandí, en el Chocó.

Desde 2021, cuando se registró la primera crisis migratoria en Necoclí, las hermanas Franciscanas, Juanistas y Dominicas procuran dar un empujón a los viajeros que solo quieren llegar al Norte. En particular, la hermana Diana Patricia Sánchez Martínez es una de las monjas que atiende a la comunidad migrante de Necoclí. Ella, junto a las demás hermanas, se encarga de gestionar la logística para preparar y repartir 200 almuerzos todos los días.

A pesar de los peligros que enfrentan en su camino, los migrantes siguen llegando a Necoclí en busca de una oportunidad. Y gracias al apoyo de las monjas, muchos de ellos encuentran un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre y la adversidad. A través de su labor humanitaria, estas mujeres religiosas alivian el viacrucis migratorio y ofrecen un poco de aliento y solidaridad en momentos de gran necesidad

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