La W conoció en exclusiva la confesión del soldado que ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) destapó la “olla podrida” de los falsos positivos en el cementerio Las Mercedes de Dabeiba (Antioquia), quien reveló que conocía exactamente el lugar en el que habían sido enterradas las víctimas y con sus propios dedos señaló ante los magistrados las zonas donde en su presencia fueron llevados a tierra los muertos.
Además, confesó la forma macabra en la que fueron asesinados los civiles, la manipulación de la escena del crimen, así como la ley del silencio que imperó entre 2005 y 2006 en el Batallón Contraguerrillas 79, adscrito a la Brigada Móvil 11.
El oficial a quien le protegemos su nombre por razones de seguridad, inició revelando que las víctimas que asesinaron y luego enterraron en Las Mercedes fueron traídas de Medellín y eran preferiblemente habitantes de calle o drogadictos, los cuales eran reclutados por los mismos soldados de ese Batallón, con la complacencia de sus superiores.
“Después de la primera baja (que sostiene fue traída por desmovilizados), luego adecuaron soldados de cada unidad para que salieran a traer las personas y así no gastaran tanto dinero. Cambiaron el sistema, yo no conocí reclutadores, cada contraguerrilla tenía uno o dos soldados que salían a traer a las víctimas” señaló.
En su durísimo interrogatorio el oficial en retiro continuó confesando que entre los mismos militares que integraban su compañía y otras involucradas en otros crímenes iguales, reunían dinero para la compra de armas y las prendas que se le iba a poner a los “engañados”, hechos en los que, según él, participó el comandante del Batallón mayor Efraín Prada. Además, dijo que las víctimas eran obligadas a colocarse la ropa de color negro con la excusa de que tenían que vestir oscuro para evitar que la guerrilla los fuese a emboscar.
Incluso reveló que en uno de los hechos criminales (de un total de 5 que confesó), el propio comandante del Batallón lo envió hasta Montería a comprarle a un desmovilizado de las AUC de alias “Negro” las armas que se le iban a colocar a cinco víctimas.
“Mi mayor (Prada) me envió a Montería a encontrarme con un señor desmovilizado alias ‘Negro’, yo llevaba la plata y él fue el que me entregó las armas y después se venía conmigo hasta cierto punto para que yo pudiera pasar tranquilo y no me fuera a molestar nadie. Traje las armas, me bajé en Dabeiba y las metí en un bolso” manifestó.
Pero la estrategia criminal revelada por el soldado no se detuvo ahí, ante los magistrados de la JEP señaló que en Dabeiba incluso el comandante de pelotón, sargento Jaime Coral (ya mencionado ante el Tribunal), los ponía a fabricar explosivos como minas antipersonal o “sombreros chinos” para colocárselos a los cadáveres y así fortalecer el relato de unos supuestos criminales, que realmente eran civiles sin ningún nexo ilegal.
“Mi sargento Coral consiguió un tubo de Pvc que para fabricar minas, o sea él colocaba a los soldados con tubos de Pvc, con otros elementos, que hicieran minas para decir que ellos estaban sembrando minas, que estas personas estaban realizando campos minados” sostuvo.
A la pregunta de por qué nunca se supo sobre esos crímenes y las supuestas investigaciones fueron a dormir el sueño de los justos a la Justicia Penal Militar, el oficial indicó que el propio mayor Prada les impuso la ley del silencio, indicándoles, según el compareciente, que si alguien “hablaba” ponía en riesgo a su familia, porque así “morían los sapos”.
“El comandante del Batallón hizo la reunión y verbalmente amenazó a todos, delante de todo el pelotón que el que abriera la boca o el que se pusiera a hablar con algo que se filtrara la información de lo que se estaba haciendo y llegara a alguna entidad jurídica del estado, que recordáramos que nosotros teníamos familia, y que ya sabíamos qué le pasaba a los sapos” expresó.
El horror de la confesión continúa con la forma en la que ejecutaban a las víctimas. En su versión voluntaria el oficial reveló que al momento de matar a una de las personas tuvo que asesinarla él porque el soldado a cargo de esa tarea no fue capaz y entró en shock. Además, relató que a una víctima cuando ya estaba muerta le dispararon con una ametralladora desde la nuca hacia la cara para que su rostro no fuera reconocido y le reventaron la cabeza.
“Mi sargento Coral hizo que el soldado arrastrara al muerto que estaba cerca de él donde había un árbol cortado, que lo colocaran boca abajo para que el soldado de la ametralladora le pegara el tiro por la parte de atrás para que no le reconocieran la cara en el pueblo, la potencia le destroza la cara, le desbarata la cara a la persona” detalló.
Pero en su mente no solamente se encuentra la forma aberrante en que ejecutaron a muchos civiles indefensos, también la forma en que ellos murieron. Por ejemplo, señaló que en uno de los casos de asesinatos extrajudiciales una de las cinco víctimas le contó horas antes de morir a un acompañante quien también fue asesinado, que iba a ser padre.
Además, otra sobrecogedora confesión del soldado relató el fusilamiento de un señor que trajeron bajo engaños y que al parecer era albañil, quien cuando ya lo fueron a matar los bendijo y fue asesinado mientras oraba de rodillas por su vida.
“Inclusive yo no me acerqué hasta que no le dieron muerte porque antes de que le dieran muerte yo lo escuché orando, me dio un sentimiento y no quise acercarme a verlo (…) fue el único señor que nos bendijo antes de morir, lo recuerdo porque se le arrodilló al soldado que lo iba a matar, alcanzó a rezar un ave maría, dijo los bendigo a pesar de lo que van a hacer” sostuvo.
Pero hubo un momento, al margen de lo anterior, en el que todo dio un giro y la confesión del militar se transformó en una nueva línea de investigación para la JEP, luego de que el compareciente revelara que conocía por cuenta de su propio trabajo, los lugares exactos en los que esos asesinatos convertidos en “bajas” habían sido inhumados en el cementerio Las Mercedes de Dabeiba.
El oficial reveló que fue enviado a hacer curso de médico forense, lo cual llevó a que su labor se centrara en hacer el levantamiento de los cuerpos en zonas montañosas fuera del municipio donde se perpetraban los asesinatos, utilizando como excusa que estaban en combate para que la Fiscalía no llegara al lugar. Incluso se disparaban armas para simular el “ataque” y luego él se encargaba de llevar los cuerpos hasta la morgue del camposanto junto a otros soldados.
El militar indicó que se encargaba de disparar las armas para que las manos de los muertos tuvieran rastros de pólvora, y ya en la morgue previo a que los cuerpos fueran revisados por una médico auxiliar llamada Hermelinda su función eran vigilar que por ejemplo, las botas no fueran muy grandes ni estuvieran cambiadas de pie, y si había problemas con ellas las hacía quitar rápidamente con el pretexto de que ya estaban “desvistiendo” al muerto.
Además, señaló que trataba de desconcentrar a Hermelinda conversando con ella o hasta ofreciéndole comida, para que pasara por alto cualquier irregularidad en el cadáver.
“Cada vez que alguna compañía daba un resultado mi mayor Prada me mandaba a traer y tenía que estar ahí hasta que terminaran la necropsia, para ver si habían encontrado una falla y si la había dar una explicación. Antes de que llegaran ellos (médicos) se verificaba que las botas no les quedaran grandes, no estuvieran cruzadas, y como se desnudaba se aprovechaba para corregir y que no se dieran cuenta de eso” manifestó.
Aunque señala que por parte de la médico auxiliar y de los demás profesionales que inspeccionaban los cuerpos no había mayores preguntas, en varias ocasiones tuvo que ir de emergencia hasta Las Mercedes por orden del comandante del Batallón, debido a que compañeros suyos de otra compañía la habían “cagado”.
“Me llamó y me dijo pilas que estos manes como que la cagaron, yo fui al cementerio, lo primero que vi sin necesidad de quitarle la ropa que la habían embarrado desde un principio, a la persona le dispararon acostada, además tenía dos botas del mismo pie, tocó traer otra bota, ensuciarla y ponérsela en el pie. A otro le pusieron una camiseta que no tenía orificios y se lo abrieron con un cigarrillo” confesó.
En presencia de los magistrados el compareciente con sus propios dedos delimitó la zona en el cementerio Las Mercedes donde habían sido enterradas las víctimas, señalando un estimado de 21 personas de las cuales él tenía conocimiento porque estuvo ahí cuando las inhumaron, pero proyectando el número de víctimas en al menos 50, finalmente el despacho del magistrado Alejandro Ramelli encontró más cuerpos y los hallazgos llegaron a 80.
El relato continúa con más detalles entregados por el compareciente, quien además señaló que los soldados no eran quienes cavaban las fosas, al contrario, eran pobladores del municipio al parecer enviados por la alcaldía municipal y que, aunque lograron conseguirles un ataúd y camuflados a algunos cadáveres, la mayoría los enterraron en ropa interior y en bolsas plásticas.
“Los trabajadores eran quienes hacían la fosa y aportaron ataúdes y otras veces fueron así, en plástico, a veces algún soldado que tenía un plástico lo pasaba para que lo colocaran en la fosa” detalló.
De acuerdo con la confesión del militar, las fosas eran cavadas una al lado de la otra, casi que convirtiendo una zona lateral del cementerio Las Mercedes en la zona de los muertos del Batallón Contraguerrillas 79, y el hueco en tierra donde eran inhumadas las víctimas oscilaba entre 1.60 y 1.70 centímetros de profundidad aproximadamente.
El oficial cerró su escalofriante relato aseverando que todas las muertes reportadas entre finales del 2005 y el 2006 por parte del Batallón Contraguerrilla 79 fueron ejecuciones extrajudiciales, que “si al caso hubo una baja legal”, la cual fue autoría de una compañía llamada Alemania que no estaba de acuerdo con cometer esos crímenes. Su comandante era un hombre de fe cristiana, quien no traicionó su juramento como ellos.
La W ofició a Fondetec para conocer la respuesta del mayor Efraín Prada sobre esas acusaciones y está a la espera de su respuesta, y en lo que se refiere al sargento Coral ya ha sido mencionado por otros comparecientes ante la JEP.
El despacho del magistrado Ramelli en la jurisdicción se apresta para imputar responsabilidad a los grandes responsables de esos crímenes, que derivaron en las inhumaciones ocurridas en el camposanto.